La tierra en medio del negocio y el pueblo, esa es la definición de una presión social y económica extrapolable a nivel mundial, representada por Van Sant en una tierra prometida en la que profundizar sobre la actualidad y la comparación con otras generaciones que han vivido por siempre del campo, el paso de los años es el cambio del país y el gas natural el elemento principal elegido para la ocasión, el objetivo es tratar de enseñar los movimientos de las multinacionales, el valor de los acres en vidas tranquilas y humildes puede incrementarse con esas promesas de ganancias para todos, y el monólogo del necesario avance para la educación y la prosperación.

Todo es una ilusión, incluso para el protagonista, pero lógicamente no todo suena bien, empezando por la seguridad y terminando por las consecuencias ambientales, la película no es ni mucho menos un entramado de conflictos y beneficios en plan empresarios y economía de profesionales, ni mucho menos, es un film sencillo que deja grandes sensaciones sin buscar hacer el ruido de los petardos, pero por otro lado si pienso discrepar en personajes estereotipados y con no demasiada viva digamos, esperaba de una película de este director mayor motivación en los diálogos, se puede decir que en cuanto los personajes tienen tiempo libre se viene un poco, bastante, abajo.

Puede que estas secuencias y personajes como el de la maestra tengan un objetivo de contrarrestar el peso del poder de la empresa, que venga a suavizar la película para que no pierda ese tono de pueblerina, para eso que llaman fracturación del suelo no sea tan tenebroso y por ello para que la elección de cada campesino se haga más dudosa, porque parece evidente que estos métodos no tienen remedios, no son milagros de la invención tecnológica humana, siempre hay detrás un negocio sucio, lleno de letra pequeña, y en "Tierra prometida" hay tiempo para leer algunas de ellas.

Sin duda bien escrita para saber extenderse y ser siempre rigurosa, el profesor de ciencia hace de vértice entre todos los propósitos, aunque no entendí bien lo de los caballos enanos, lo cierto es que un experto es el que añade la complejidad que representa el método y el que desata realmente los intereses, ahí aparecen las decisiones del todo o nada, lo dicho, no es un impacto de producto, pero sí una referencia ecológica y un homenaje a todos aquellos, y tantos que son, que lo han perdido todo, mentiras y soborno redondeados por un activista de circo necesario para cerrar la película dejando un mensaje simplón pero claro del proceso industrial y de las maneras del poder, porque el poder no es la política, el poder es la empresa.

Esta lucha de escrúpulos deja a el país en situación para ser examinado ante el compromiso de sus gentes con la madre, que es la tierra, o con el dinero, que es venderla, el dinero que puede hacer desaparecer la hipoteca, mandar al hijo a la universidad o adquirir un biplaza de lujo, son ejemplos suaves de una película que no hace planear el terror sobre el pueblo ni busca escandalizar con el proyecto, ni siquiera hiere a los implicados, sólo muestra una pequeña lucha manipulada a una velocidad y altura estándar, pero que no engaña al público y controla a la perfección el juego a dos bandas en que consiste, es una película medianamente inteligente y algo graciosa que tiene su mensaje global y un final con el sello del director.