Por ejemplo en el caso de Una casa vacía. Es asombroso el detalle a la hora de escenificar la narración clave del enfrentamiento habido entre Holmes y Moriarty en las cataratas de Reichenbach. También es digno de elogio la fidelidad con la obra La reaparición de Sherlock Holmes, cuando el doctor Watson se desmaya (por primera y única vez en su vida, según sus propias palabras en la novela) cuando creyéndole muerto, Holmes se presenta ante él.

Pero es lastimoso que la trampa que preparan al coronel Morán, que quiere cargarse a Holmes disparándole desde el edificio de enfrente, con un relieve de tamaño natural de la figura de Holmes puesta en la ventana, sea algo tan ridículo. Pero, alma cándida, si se ve que está de pie, sin moverse, igual que una estatua. Nadie puede tomar esa figura por una persona real. Podían haber hecho el relieve sentado en el sofá y como dormido, o leyendo, lo que justificaría su inamovilidad; porque es increíble que el coronel Morán no se diera cuenta que era un maniquí. Estos detalles tiran por los suelos el resto del trabajo.