Casino es una película jaleosa en la que Robert de Niro y Sharon Stone la disfrazan con una calidad que no tiene. Es un trajín inútil del ir y venir de los elementos mafiosos. Como hace Tarantino, Scorsese debería salir entre ellos alguna vez, quedaría bien entre los ancianos reposados y los grotescos mamporreros. Por tanto, tenemos una verborrea apabullante uniendo mini capítulos al estilo serial con un alocado desfile de personajes sin sentido; una musiquita marchosa más un colorido chillón en el vestuario facilitan un atractivo visionado pero nada más, o sea, Casino es un pedazo de píldora bien lubricada para su fácil desplazamiento por el aparato digestivo pero sin efectos. No proporciona el agradable sentir de que los minutos vividos se guardan entre los recuerdos de las grandes y buenas historias. Ni mucho menos, al revés.

Es una apuesta por el envoltorio cuando el contenido es un argumento insustancial en el que no existe inquietud ni emoción ni hay intriga ni siquiera un objetivo argumental concreto; tanto es así que por ello el final es una auténtica chapuza, malo con avaricia, incongruente e incluso necio.