Bond se muta. Se muta a sí mismo. Tras cincuenta años a nuestro lado sigue transformando sus peliagudos asuntos según van los tiempos. Los tiempos dejan atrás bolígrafos explosivos y sombras peligrosas, dejan atrás a viejos Q, y aún a pesar de ello Bond sigue conservando sus orígenes, su coche, su cinismo…, y encima en esta entrega se pone nombre a sus padres y lugar de nacimiento. Esto significa que van apareciendo sus raíces con el objetivo de consolidar su posición a nuestro lado.

Siempre ha dependido de las altas esferas para ponerse en acción pero esos personajes directivos nunca se implicaban en la trama, estaban muy por encima de la plebe, pero Inglaterra ya no es ese país intocable que regía los destinos internacionales. Inglaterra sufre los cambios que van sucediéndose como todo hijo de vecino y M tendrá que caer al ruedo. Ya no hay Spectra, ni pistolas de oro, ni la guasa y el humor de esos aires de superioridad del Sr. Moore. Ahora existe el rencor y el terrorismo.

Craig clava el personaje a su medida. Sus gestos son los necesarios para continuar. Bardem cumple como nadie y Fiennes es un valor seguro, un fichaje local de categoría. Las escenas de acción en Skyfall (y sobre todo la historia) quieren ajustarse más al puro thriller y dejar a un lado un poco el espionaje; supongo que ya habrá oportunidad para ello. Una muy buena película que a pesar de esas mutaciones sigue fiel al máximo a la ´sintonía` Bond, así tendrán que reconocerlo los amantes del género 007.