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España España · GALIZANO
Voto de JOSE ANGEL:
10
Drama Una mujer, profesora de piano en un conservatorio, frecuenta cines porno y tiendas de sexo para escapar de la influencia de su dominante madre. Uno de sus alumnos se propone seducirla. (FILMAFFINITY)
17 de octubre de 2010
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he pensado que la mayoría de los padres proyectan sus frustraciones convirtiendo a sus hijos en ensayos de lo que ellos no pudieron ser y quieren reparar o cambiar esa injusticia vital trasladando sus sueños a unos niños inocentes ya sea a través del deporte, el arte o como en este caso la música, en el nombre de una buena formación para el futuro, constriñendo la sustancia de la personita que está por hacer con interminables entrenamientos para lograr un virtuoso, una estrella, un divo del que sentirse orgullosos, conformando un ascendente que marca toda nuestra existencia, una influencia moral que llega mas allá de lo permitido y no nos deja crecer con nuestras reales inquietudes. Aunque disfrutamos desobedeciendo sus constantes represiones, su guía nos deja grabados mensajes a fuego de nuestra mala conciencia pintando líneas rojas que evitamos pasar por respeto y sumisión.

Somos nuestros vicios. La pianista, basada en la novela ¿autobiográfica? de la premio nobel de literatura Elfriede Jelinek, nos saca de la apatía y del burdo entretenimiento con una de esas películas que te dan una puñalada en el corazón, desnudan nuestras apariencias y llegan a lo mas intimo de nuestro inconsciente sacando a relucir ese yo salvaje, básico, reptil que, a veces nos sorprende y tememos nos corrompa, mostrando instintos sexuales que nuestro subconsciente colectivo cínicamente oculta. Hanake nos muestra la repugnancia, el asco, la perversión, la violencia con una elegancia que hace bellos hasta los más asquerosos comportamientos. Nos engaña mostrando personas que sienten como nosotros, que desean como nosotros, que sufren como nosotros; sorprende con aberraciones que no se corresponden para nada con nuestro espejo social y valida nuestra depravación alegando que existe otro forma de placer, si puede imaginarse puede hacerse, recreando escenarios que nos son propios, el baño de casa, la intimidad de nuestra habitación, los aseos de los lugares públicos, las duchas de los vestuarios, todos ellos unidos por un elemento común y distintivo, el pestillo, ese pasador con referencias oníricas y sexuales que siempre mantenemos echado pues es nuestra esencia que deseamos trasmitir pero nunca compartir.

Haneke es un genio provocador, una mente enferma que muestra pero no juzga, que enseña pero no impone, que te da algo pero al mismo tiempo te quita mucho y siempre me deja con la misma sensación de coito inacabado, de excitación no consumada, de deseo maltrecho, de masturbación malsana y dolorosa que me persigue como la mala conciencia de ver alguna de mis miserias grabadas en una película.
JOSE ANGEL
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