Spielberg vuelve a enseñarnos que con mimo y fuego lento se puede cocinar un buen guión, tener a los hermanos Cohen como pinches ayuda mucho de todas formas, y un hecho real con mucha miga también. Un guión con sus sabores y sinsabores , pero con un regusto agradable en el paladar y una buena lección de historia, que falta hace.
Los ingredientes no son nada desdeñables: el reparto está a la altura, la ambientación magistral y la banda sonora cumple con creces en su sutilidad. No todo es bueno y técnicamente resulta impropia de tal director, planos extraños, cámara en mano innecesaria y una división en actos con fundidos a negro muy poco estilosa, destacar los encadenados para pasar de escena eso sí. Y como no, el chef Spielberg decide darle su toque de emotividad y cariño con extra de azúcar, con ese final tan propio de sus películas y tan alargado.
Como conclusión, les hablaré como si estuviera frente a ustedes y con un café o una cerveza, no como un friki del cine (espero que no se note mucho que me encanta): vayan a verla, es Spielberg y merece la pena. A veces se les hará un poco lenta. Quizás no les guste la temática legal o de espías, pero si les gusta el buen cine deberían hacerse el favor.