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Vanuatu Vanuatu · Petrogrado
Voto de CuchiCuchi:
5
Drama Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del "Apartheid". Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional. (FILMAFFINITY) [+]
7 de enero de 2010
80 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi colegio los tíos guays jugaban al fútbol. Los irrelevantes y los maricas jugaban al baloncesto. Luego había una especie de zona de seguridad y, por último, estaba el equipo de rugby: repetidores compulsivos, fumadores precoces, leyendas de la indisciplina, delincuentes varios, el único lugar de todo el colegio en el que no había separación entre los de pago y los becarios. El peor día de mi vida fue cuando me comunicaron que por mucho que lo intentara nunca entraría en el equipo de fútbol. A mí no me importaba el deporte, pero me atraían las mujeres. Y a las tías de los colegios cercanos, sobre todo a las más cachondas, les atraían sólo los futbolistas. Me ofrecieron un puesto en el equipo de baloncesto.

Un tipo al que conocía vagamente me comentó que estaban buscando gente para el equipo de rugby. “Yo no sé jugar al rugby”, contesté. “Entonces, das el perfil exacto”, sentenció.

Pasé un año en aquel conjunto, al terminar el cual seguía sin saber jugar al rugby, pero, lamento el tono carcelario, aprendí a respetarlo. Desde que te tiran al suelo por primera vez y unas mil libras de grasa animal te caen encima, aprendes a respetarlo. Lo siguiente es que te pongan un mote, porque en rugby todos tienen un mote relacionado con el aspecto físico. Y ya estás dentro, como quien dice. Recuerdo a “Dumbo”, “Leroy”, “Peggy”, “Masa” , “El Botijo”... A mí me llamaban “Chochona”, no pienso explicar por qué.

Había un árbitro que, por alguna afrenta pasada, nos la tenía jurada. Era un chulo prepotente y faltón al que apodaban “Rocky” porque tenía fama de hacer cien flexiones seguidas con un brazo. Después de cada encuentro hacíamos planes para asesinarlo de forma dolorosa.

Un día, sucedió. A mí me cogió algo lejos, en otra parte del campo, pero puedo asegurar que lo escuché como si lo hubieran emitido por los altavoces. Una doble onomatopeya completamente reconocible: el contacto violento de un puño con una cara ajena. “El Botijo” se había tomado la justicia por su mano y ésta había ido a parar al rostro de “Rocky”; quizás no contaba con que “Rocky” devolviera el golpe casi al instante. Todos nos volvimos locos, corriendo hacia el lugar de autos, fingiendo separar a los ensangrentados protagonistas, pero colocando al azar algún directo al equipo rival. La escaramuza duró unos minutos, hasta que los dos equipos, “Rocky” integrado en el contrario, recularon en desafiante formación. El incidente fue conocido como “El Botijazo”. Naturalmente, nos expulsaron de la competición.

Lo celebramos por la noche, con Larios, DYC y un radiocasete con bafles en la cochera para camiones del padre de “Dumbo”. Estaba previsto que “Leroy” trajera a varias chicas de su barrio, pero ocurrió lo inimaginable. Se corrió la voz y las tías de los colegios cercanos, las más cachondas, dejaron por un día de ligar con los de fútbol y aparecieron por allí. “El Botijo” fue la estrella de la velada pero todos tuvimos nuestro trocito de gloria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
CuchiCuchi
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