Para los pocos informados en la materia es preciso recordar que España se libró de la histeria que se apoderó de Europa, en especial Inglaterra, Alemania y Francia, en la persecución de brujas y brujos. Por lo que no es más que una película de mera ficción.

Hacia el año 1600 cinco jóvenes son acusadas de brujería y van a ser juzgadas por ello. La amistad que las une hace que no dejen de perder la esperanza.

Los escenarios donde se desarrolla toda la trama son escasos, practicamente una sala para interrogar, una celda y un acantilado. La historia es corta y directa, se agradece, pero no la puede colocar en unos peldaños de la fama que no le corresponde. Asomándote un poco a la ventana hoy en día, puedes llegar a la conclusión de que está hecha para echar más madera al fuego, y que formen akelarres feministas para ensalzarla.

Del director hay que resaltar la fotografía y luz de dos escenarios. Uno es la celda donde están las acusadas y el otro es la sala donde realizan los interrogatorios. Logra un ambiente tenebroso, en el que las acusadas están indefensas.
Es muy ventajista actualmente hacer un tipo de película así, en la que la mujer sufre una persecución institucional y a la vez tiene que padecer la maldad del hombre.

Amaia Aberasturi hace una buena interpretación, pero al igual que la película está sobrevalorada. Menos nombrada ha sido la interpretación de Álex Brendemühl, y este sí que debería haber estado nominado a algún premio.