Garci siempre es una cámara muy complicada de seguir, con un toque muy personal. Es el director de los sentimientos. Sabe como transmitirlos a través de imágenes, palabras y música, dejándolos saltar libres a través de la pantalla, pero en ocasiones se deja llevar y se olvida de la historia.

La historia de "Luz de domingo" es triste, una tragedia en toda regla, pero hay dos factores que hacen que pierda toda su fuerza: el cambio brusco que da la película por el "hecho" y que no sepa mantener ese ritmo; y la actitud que toman los personajes a raíz de ese hecho, perdiendo la verosimilitud.

Garci suele ser un fotógrafo que toma un instante de una historia y lo cuenta, sin preocuparse de los personajes secundarios que pasan por ella, dándole toda la fuerza a los principales. En "Luz de domingo" ocurre que los protagonistas, aparentemente llenos de vida, están vacíos, son estereotipos con poco carácter y que acaban contradiciéndose.

La fotografía y la música siempre geniales y perfectamente entrelazadas. Lástima que los personajes no terminen de entrar en la historia y que el ritmo sea tan variable porque la historia es estremecedora y el "hecho" está magistralmente retratado. Mediocre despedida para un actor tan prolífico como Alfredo Landa.