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Voto de Vivoleyendo:
7
Western En 1870, un forastero (Clint Eastwood) pasa a caballo por la tumba de Jim Duncan, antiguo sheriff de la ciudad fronteriza de Lago, en el sudoeste de Estados Unidos. Los propietarios de la compañía minera, Dave Drake (Mitchell Ryan) y Morgan Allen (Jack Ging) lo contratan para que los defienda de tres pistoleros que, recién salidos de la cárcel, están a punto de llegar a la ciudad. El forastero acepta el trato a condición de hacer las ... [+]
23 de noviembre de 2014
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído por ahí, en una crítica a este western, que Clint encarna aquí "una fantasía sexual masculina prohibida." Creo que no podrían definirlo mejor porque el prototipo de macho duro en su máximo exponente se encuentra en esta etapa del prolífico actor/director. Pocos hombres (de ciertas épocas al menos) no habrán deseado alguna vez tener ese temple de acero, esa mano firme, esa puntería implacable, esa facilidad para rendir a sus objetos de deseo sexual, ese aura de situarse por encima de los simples mortales, ese halo de invencibilidad. Pese a lo terrenal del personaje (que bien podría ser el mismo siempre, o no ser nadie concreto, ya que su identidad se desconoce), pues arrastra como el que más el polvo del desierto, fuma como un carretero, bebe como un cosaco y fornica como un toro en celo, posee también cierta cualidad sobrenatural, como de Jinete del Apocalipsis, el Jinete Pálido al que en la Biblia llaman Muerte. Cabalga como una sombra que destapa las conciencias intranquilas y remueve el lodo para que salga a flote, poniendo en evidencia las sucias almas de los que cargan con alguna culpa irredimible. Y no contento con desnudarlos, los humilla, los hace degradarse hasta transformarlos en esperpentos. Y resulta que una comunidad que se creía respetable es en realidad un nido de ratas, salvándose de la quema solamente los escasos inocentes que haya.
Así que "Infierno de cobardes" se asemeja a una cruda alegoría del Jinete Pálido en acción, y qué mejor escenario que el Salvaje Oeste. Siguiendo la línea de los desangelados y áridos spaghetti western (influido por supuesto por sus colaboraciones con Sergio Leone) y alejándose del modelo norteamericano, generalmente más aventurero y heroico, Clint filmó un western al estilo europeo y con su propio sello del "hombre sin nombre". Un antihéroe que llega no se sabe de dónde y se ignora hacia dónde se dirige, que se hace notar inmediatamente por su impasibilidad y su destreza con las armas, al que no le tose ni el viento. Su porte de macho de piedra trata a cada cual como se merece y coloca a cada uno en su sitio.
A las mujeres de buen ver y de moral ligera y adaptable, que sobreviven prostituyéndose de diversas maneras al mejor postor (tenía que ser difícil mantenerse respetable en el Oeste), se las cala en un segundo y se las lleva al catre (o donde le pille) haciendo caso omiso de sus hipócritas protestas de féminas ofendidas, quienes a pesar de tanta alharaca y de que incluso son violadas por este libidinoso Ángel de la Muerte, terminan besándole los pies (debe de estar muy bien dotado o ser un amante extraordinario, cómo no). O sencillamente las domina el instinto de las hembras que babean por el macho alfa. Va a ser eso.
A los bravucones que tienen la sartén por el mango les quita la autoridad que ostentan y les coloca por encima al infeliz del pueblo al que se han pasado la vida vejando, además de desplumarlos y sangrarlos de lo que más adoran, el dinero.
A los cobardicas, que son la mayoría, los solivianta y los cabrea de lo lindo por el simple placer de darles por culo.
A los matones que asesinan a gente buena les reserva el plato fuerte.
Y esa es la marcha del Jinete Pálido, el hombre sin nombre, que no existe más allá de la venganza y el castigo.
Vivoleyendo
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