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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama En 1957, Homer Hickam, que vive en la pequeña ciudad minera de Coalwood, sabe, como todos los chicos, que acabará trabajando en las minas de carbón. No podrá eludir ese destino porque él no tiene el talento de su hermano para el fútbol americano. Pero, cuando el satélite soviético Sputnik atraviesa el cielo de octubre, todo cambia. Homer y sus amigos deciden fabricar un cohete y, a pesar de los fracasos iniciales, logra convencer a ... [+]
16 de junio de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las dos sondas Voyager, que llevan cerca de 40 años y miles de millones de kilómetros en el espacio profundo, así como todos los satélites artificiales puestos en órbita alrededor de la Tierra, y las sondas enviadas a Mercurio, Venus, Marte y el resto de planetas del Sistema Solar, y las misiones lunares tripuladas Apolo, y los transbordadores, el telescopio Hubble, las plataformas espaciales... Todos esos artefactos fueron diseñados y fabricados por la humanidad y despegaron desde nuestro mismo suelo, éste que todos pisamos. Antes de culminar la titánica misión de alcanzar el universo, tuvieron que pasar la prueba de fuego: superar su infancia en la Tierra. Como los ingenieros aeroespaciales, astrofísicos y demás profesionales, nacieron desde la nada, crecieron desde cero. Al principio eran apenas unos retoños que a saber adónde llegarían, si es que llegaban a alguna parte y tenían la suerte de no quedarse truncados por el camino.
Para llegar a lo más alto se empieza desde abajo. Siempre. No he conocido a ningún gran genio que no haya sido un niño nacido de mujer, ni a ninguna máquina que no haya tenido que pasar por un largo proceso de elaboración.
Homer Hickam fue un bebé de pecho. Lo fueron los que mandaron a los primeros hombres a la luna. Y los que fueron a la luna. Y los que diseñaron las Voyager. Y las Sputnik... Incluso bastantes de ellos no se imaginarían de pequeños que acabarían alcanzando las estrellas. Casi literalmente. ¿Quién se puede imaginar un sueño tan increíble? De lanzar un cohete casero a ser artífice de que una nave parta desde Cabo Cañaveral.
Sólo los locos testarudos como Homer Hickam. No quería pasarse la vida enterrado en una mina. Quería tocar el cielo.
Lo hizo. Lo hizo porque creyó en sí mismo, porque su gente creyó en él, porque la capacidad de creer es lo que más nos acerca a lo que deseamos conseguir.
Aunque tengamos los pies en la tierra, no dejemos de soñar con el firmamento. Por muy grande que sea la distancia.
Vivoleyendo
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