Harry, Ron, Hermione y quienes están a su alrededor se hacen mayores teniendo a la vista un horizonte ennegrecido. Viven permanentemente bajo la espada de Damocles, dentro de una guerra que va tomando forma alarmantemente y de la que no pueden huir.
Pero, por encima de cualquier nubarrón, son jóvenes repletos de vida que caminan por una adolescencia no muy distinta de la de cualquier adolescente. Magos, o muggles... No hay una gran diferencia.
Pero nuestros chicos y nuestras chicas tienen ante sí un cometido terrorífico. Voldemort es lo que impide que disfruten de una adolescencia normal. Es lo que ha privado a Harry de lo que él más atesora: una familia, anonimato y vivir libre de preocupaciones demasiado pesadas incluso para el más curtido de los seres.
Es lo que pretende robarles su futuro.
Por doquier hay desapariciones, atentados, atropellos y muertes, pero ellos todavía encuentran momentos para ser felices. Reír. Dar pleno sentido a la palabra amistad. Enamorarse. Amar.
El mundo está muy mal, pero sigue habiendo tanta alegría y tanto amor como para lograr que la luz siga resplandeciendo aunque haya tinieblas por todas partes.
Un Dumbledore más protector que nunca, y que al mismo tiempo invita a su protegido Harry a hacer frente a lo que le espera, ofrece al muchacho el arma más crucial para su batalla contra Voldemort: el conocimiento del pasado. Revelaciones que podrían aportar claves para tener alguna posibilidad de acabar con el desbocado enemigo.
Harry sabe que no tendrá más elección que avanzar hacia la muerte segura, llevando consigo todas las ayudas, todas las pistas y todas las agallas que sea capaz de reunir.
Y no estará solo. Por más quiera empeñarse en realizar su cometido en solitario para no poner a nadie en peligro, no se lo permitirán. Porque sus amigos no lo abandonarán, por más que él despotrique y se sienta culpable.
Están mentalizados para plantar cara a la muerte junto a él. Para dar la vida por él si es necesario.
Un sexto curso lleno de nuevos misterios, de amenazas crecientes, de las abiertas fechorías de los mortífagos que ya no se reprimen en sembrar el pánico, de algunos enigmas muy relevantes acerca de la juventud de Voldemort/Tom Riddle, y del intento de aferrarse a la breve felicidad que sea posible en un período tan oscuro.
Una vez más brillante en su acertada adaptación, David Yates ha creado una oda a la juventud, a la amistad, a los amores y desamores, al afecto intergeneracional y a las maneras de prepararse y actuar en una guerra que ha comenzado hace mucho. Tratando las peculiaridades de cada personaje enfocado en la película, la complejidad y la personalidad que Rowling supo insuflar a cada uno, y resolviendo la trama con bastante brillantez en la que están presentes altas dosis de humor, de enigma y de tensión (sin faltar los momentos fuertemente dramáticos), Yates mantiene alto el listón y consigue que yo desee que las aventuras de Harry no terminen nunca...