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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de honda y emotiva crítica y denuncia social, realizado por un soberbio Murnau. Una de sus más gratas y apreciables virtudes es el poder hechicero de su fotografía expresionista y dotada de identidad propia, que representa todo el clima emocional desde una perspectiva totalmente subjetiva, con un mágico juego de efectos ópticos en los que se prodigan los movimientos de cámara, los encuadres, los desenfoques, las superposiciones, los claroscuros, las luces perfectamente estudiadas y la alternancia de los planos. La acción y el desarrollo nunca dejan de percibirse desde el alma del protagonista, desde su misma introspección. Las magníficas imágenes se pueden considerar todo un icono del cine expresionista alemán, con la adición de una puesta en escena y una ambientación idóneas, haciendo uso de decorados y de montajes en estudio que confieren la atmósfera perfecta, con toques de tenebrismo, de sordidez, de decadencia que recrea el declive moral del protagonista, de un desaforado lujo prohibido, de amargura y de depresión. La guinda del pastel la completan la sobrecogedora actuación de Emil Jannings (futuro Mephisto en "Fausto"), junto con un reparto más que decente, y la bien sincronizada música que pone la voz a las escenas.
Sin un solo rótulo de diálogos, a todas luces innecesarios, Murnau nos conduce por una decadencia de pesadilla, por la caída de un hombre que es toda una metáfora de los grandes defectos de la sociedad capitalista y de consumo. Todo está encaminado a los beneficios, al dinero, y por lo tanto la máxima prioridad en cualquier trabajo es la eficacia, la buena imagen. Las comunidades cimentadas en esos principios veneran el vil metal y conceden excesiva importancia a las apariencias de prosperidad. Quienes tienen algún empleo mínimamente respetable (o que parezca serlo, de ahí la importancia del uniforme y del imponente aspecto exterior) son admirados.
Pero no se tiene en cuenta que los empleados son personas, no son máquinas. Y si alguna, por algún problema o característica personal, no da la talla o empieza a fallar pese a que hace cuanto puede, entonces deja de ser productiva y eficiente, y por lo tanto se la degrada a oficios inferiores o directamente se la despide.
Murnau analiza con impactante sensibilidad ese momento evolutivo en el que las personas comienzan a decaer debido a la vejez. El hombre antes activo que realizaba su labor sin gran esfuerzo, de repente se va resintiendo. Su fuerza ya no es la de antes, ni sus reflejos, ni su resistencia. El oficio que desempeñaba con vigor y orgullo, ahora se le queda grande... Y llega el terrible momento de asumir que ha dejado de rendir como el protocolo laboral le exige, y por lo tanto no puede seguir ejerciendo en su puesto. La cruel maquinaria empresarial no tiene reparos en buscar un reemplazo inmediato y relegar al incapacitado a un empleo inferior que para él supone una tremenda humillación y un seco latigazo a su autoestima. Todo su mundo se tambalea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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