Excepto quizás cuando te ayuden a amenizarte una película que se te convierte en un ladrillo. Porque la verdad es que hay ciertas películas en las que la supuesta intriga o el supuesto interés se van diluyendo porque, o bien no te enteras muy bien de lo que pasa y cuando por fin consigues enterarte de algo te das cuenta de que todo ese rollo te importa un pimiento frito, o es que te sales de la película y te la repampinflan los personajes y lo que les ocurra. O las dos cosas.
Yo es que con películas como esta soy poco lista y lo cierto es que he estado esperando a que llegara el gran momento de qué sé yo, de exclamar: “¡Qué pasada!”, y nada de nada, me he quedado con cara de póker. ¿Qué pintaba ahí la Zeta-Jones? Pues resultó que al poco rato me daba igual. ¿Qué tramaban las niñatas? Pues resultó que después de tanto tostón me daba lo mismo. Eso sí, la Mara consigue que la odies, es prueba de que sin duda hace un buen papel. Y la Zeta-Jones, pues no sé. También se le coge un poco de asco, para qué negarlo.
Jude Law está bastante bien, pero como la trama me dejó de llamar la atención, lo que le pasara no es que me tuviera pegada a la pantalla.
Pero eso sí, varios efectos secundarios de esta película son constatar lo mal que funciona el sistema sanitario, lo buitres que son las grandes farmacéuticas, lo infelices que somos que para todo tenemos que tomar pastillas, lo buenos actores que son algunos que no se dedican profesionalmente a ello, y pensar que si le ves un segundo más el careto de flipada a la Rooney tú también te engancharás al medicamento Comosellame.