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Voto de Vivoleyendo:
6
Romance. Drama En la puritana sociedad londinense de los años 50, Hester Collyer (Rachel Weisz), la esposa de un juez del Tribunal Supremo Sir William Collyer (Simon Russell Beale), lleva una vida privilegiada. Pero todo cambia cuando, para asombro de todos, decide dejar a su marido para irse a vivir con Freddie Page (Tom Hiddleston), un joven y apuesto ex piloto de la RAF del que ha caído profundamente enamorada. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra de teatro homónima de la que bebe este melodrama romántico se advierte quizás demasiado. Y hago esta afirmación no porque me moleste que una película tenga un aire decididamente teatral (las hay prodigiosas en el género, caso de "Doce hombres sin piedad"), sino porque aquí en concreto la teatralidad se nota un poco... impostada. Acartonada. Cierto que el drama de Hester Collyer se desarrolla en un ambiente puritano, pero algunos diálogos y situaciones bastante rígidos (incluso para los cánones británicos) quitan carga emocional y pasional a este triángulo amoroso. Por fortuna, hay escenas (escasas) que compensan esta frialdad.
También me ha influido el hecho de que he conectado apenas lo justo con los personajes. No se sabe por qué Hester decidió casarse con un hombre de buena posición mucho mayor que ella y del que obviamente no estaba enamorada. ¿Ella no tenía oficio ni beneficio y escogió al juez maduro y respetable para ascender socialmente y ser mantenida con holgura? ¿Su padre, un pastor anglicano, influyó en esta decisión? De lo que no hay duda es de que Hester no vive un fogoso romance con su marido y eso no le basta. Su temperamento volcánico augura el desastre: era cuestión de tiempo que se encandilara de un apuesto mozo aventurero, más acorde con su visión romántica de las relaciones. De cualquier modo, no he terminado de congeniar con esta chica entre lagartona y tonta perdida.
El juez Collyer es si acaso el que más me ha conmovido a pesar de que no me haya sentido mucho más cercana a él. Será que lo he visto tan íntegro y que además la compasión por las personas buenas que sufren calladamente me agita el alma. Veo en él a un elegante muñeco roto en el que la procesión va por dentro, no menos dolorosa que si se grita a los cuatro vientos. Puede que no fuese el ideal romántico de una muchacha soñadora, pero no se merecía que le rompieran así el corazón.
En cuanto al otro vértice del triángulo, el amante Freddie Page, es el que menos me ha gustado. Sí, el amor es así, una se enamora ciegamente de un tontaina como ese y te da igual todo lo tontaina que sea porque te tiene burra perdida y no hay más ciego que el que no quiere ver. Sinceramente, yo desde fuera no entiendo muy bien qué le vio ella a ese tipo (aparte de que estaba más bueno que su marido, era más joven y tenía esa aureola de héroe por haber sido piloto de la RAF en la Segunda Guerra Mundial), ya se sabe que lo de los gustos es como el culo, cada uno tiene el suyo. Supongo que cuando no tienes mucho donde elegir o eres de cascos ligeros, escoges lo primero que pasa por tu puerta.
Lo del intento de suicidio (¡porque Freddie se ha olvidado de su cumpleaños!)... Pues me ha parecido desproporcionado, pero aunque pudiese creérmelo algo más, el problema es que tampoco sé dónde ni cuándo se empezó a deteriorar esta relación, como tampoco sé por qué ella se casó con el juez. La historia se me queda coja (otras veces no me pasa). Y probablemente ese sea el mayor obstáculo.
Lo único que dilucido es que el idiota del amante se va hartando de ella porque es bochornosamente patética por momentos. Él es igual de patético, pero como no está penosamente ciego por ella creo que termina por no aguantarla.
Melodrama insuficiente en unos cuantos aspectos, tanto cinematográficamente como emocionalmente. Ah, la musiquita de violín a veces era francamente estridente. Con lo que me gusta el violín, y aquí casi le cojo manía.
El 6 en mi calificación, no obstante, se debe al desenlace, donde la película da más de sí y echa fuera una porción de esa emotividad escondida, de esa autenticidad que debería haber tenido desde el principio.
Sí, en algún momento el picorcillo en los ojos me delató. Pero no se debió a los petardos adúlteros.
Se debió al pobre hombre maduro desengañado y abandonado, con la única perspectiva de la soledad y de lidiar con una madre insoportable.
Vivoleyendo
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