Para todos aquellos amantes de esta saga que ya lleva 15 años, saldrán del cine como si de una nueva entrega de Underworld se tratara. Milla Jovovich demuestra de nuevo su carisma en la interpretación de Alice, pero es el propio personaje en esta nueva entrega el que se queda atrás. Relaciones pasadas como la de Claire con Alice pasan como si se hubieran encontrado en un pasillo del supermercado. El doctor Alexander Isaac se presenta como un fanático de la religión, cuando eso se podía haber aprovechado desde la tercera o la cuarta entrega.

A pesar de la pasión que ha demostrado tener Paul W.S. Anderson por la saga de Capcom, parece como si el guion fuera una lista de ideas inconexas al intentar dar satisfacción a los fans de la saga. Ideas originales y buenas dentro de esta entrega pero sin presentarlas con importancia. Parece como si hubiera sido escrito durante una sesión de brainstorming sin haberse parado a visionar cómo comenzó todo. Que hizo que Resident Evil se convirtiera en todo un icono del cine sin desprestigiar al juego. Qué hizo que Alice fuera la justiciera que tenía todo bajo control para convertirse en una esperanzada chica que lo deja todo al azar (o al cálculo de probabilidad) para que el final sea eso: la arbitrariedad de unos sucesos inconexos cogidos con pinzas. Que hizo que Alice con una sola mirada a Carlos Oliveira se te encogiera el corazón y como Angie le puso a Alice la inocencia de esa niña que había olvidado ser.

Mucho uso del CGI plástico que es una de las cosas que nos estamos empezando a dar cuenta muchos profesionales del medio. Se centran en aplicar nuevas tecnologías cuando allá por el año 2002 se conseguían efectos 3d más auténticos y más genuinos. El haber vuelto a Racoon City no ha hecho más que plantearse por qué no haber dejado todo ahí desde un principio y haber dejado que Milla Jovovich no se hubiera estancado en su carrera durante más de 15 años de dedicación y devoción ciega.