Una propuesta que emula el carácter comercial de Hollywood en materia de thrillers de suspense con características propias del terror adolescente, a la que evidentemente se le notan la falta de pulso narrativo y algunas deficiencias en cuanto a la puesta en escena y actuaciones en sí.

Si bien la cinta es entretenida y atractiva en su premisa y en su temática, hay bastante previsibilidad en su argumento.
La historia es sugerente al principio, porque posee variantes que invitan a la intriga y goza de cierto beneplácito por el truculento aspecto de buscar el goce con situaciones morbosas. Quizá ello sea el elemento más destacable de una cinta que escarba en tópicos mentales moralmente insanos.

Pero la calidad en sí tanto de la dirección como en las interpretaciones dejan bastante que desear. El director no puede mantener el clima de tensión porque los giros supuestamente inesperados se hacen evidentes al promediar la cinta. El factor sorpresa no funciona como debería y a ello hay que sumarle que las actuaciones muestran poca convicción. Sobre todo del galán argentino Pablo Echarri que evidentemente modela más de lo que actúa. Ni hablar de lo ridículo que suena utilizando modismos españoles.

La ambientación del filme es correcta, tanto desde los escenarios como desde el acompañamiento musical. Ambos contribuyen a crear atmósferas relativamente emocionantes, pero lamentablemente las pretensiones no pasan más allá de generar algún sustillo repentino y querer sorprender con su desenlace.

En fin, la propuesta resulta atractiva al desarrollar morbosidad en sus circunstancias e intriga por el mundillo desconocido que surge de relaciones cibernautas, pero la forma en que está desplegada y su calidad artística delatan mucha imprecisión e inefectividad a la hora de un balance general.