Alambicada y deslabazada historia que nos deja un sabor agridulce. El director de la película tiene una primera media hora de desbarajuste total, donde ni se aclara él ni nos aclara a los espectadores que diablos está pasando en pantalla. Todo resulta un caos de historias de personajes entrelazados, un guión de perfil bajo, -estoy convencido que intencionadamente- y una descripción inconexa del propio protagonista de la cinta, el legendario bandolero Jesse James.
Después de esta primera media hora el director retoma el pulso de la película y aunque la película no acaba de tomar el ritmo adecuado, con escenas excesivamente largas e innecesarias de aspecto costumbrista que en nada ayudan a crear un perfil alto de la historia, al menos se inicia la narración de una historia, y el espectador empieza a poder seguirla. La figura de Jesse James nunca es mitificada. De hecho, el protagonista de la cinta bien podría ser el personaje que hace de contrapunto, el cobarde asesino Robert Ford. Error bajo mi punto de vista, pues que duda cabe que el personaje más interesante de esta historia era el propio Jesse James. Sin embargo hay algo en esta película que te acaba atrapando, una cadencia pausada llena de matices y de buenos primeros planos que te coniguen involucrar en la historia. No es un western ni muchísimo menos, pero la película tiene mucha poesía, y eso siempre gusta.