FA
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Voto de Teresa:
10
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5.4
3,566
Romance. Drama
Año 1998. Isabel, estudiante de periodismo, se ve obligada a realizar sus prácticas en el diario de un pequeño pueblo costero gallego para terminar la carrera. Al llegar, quiere empezar cuanto antes a investigar, a demostrar todo lo que ha aprendido para convertirse en una auténtica periodista. Pero el puesto que le asignan es el último que ella esperaba: la escritura y gestión de las esquelas que llegan a la redacción. Pero esto, que ... [+]
25 de abril de 2021
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de Fariña, Carlos Sedes, se ha convertido hoy por hoy en uno de mis directores favoritos de España y es que, desde hace varios años, es de los pocos que me hace vibrar con sus historias. Aprovecha bien sus recursos (no sé si tiene mucho o poco presupuesto para sus producciones), pero se nota el amor, la paciencia y las ganas. ´
Si con Fariña me fascinó, con El Verano que Vivimos me ha enamorado. La fotografía, de Jacobo Martínez (al que no conozco, pero espero que su nombre se escuche bien alto) es realmente bella, impactante desde el primer fotograma (la playa con los coches alineados, el banco colgado del árbol con la luz del atardecer, las ruinas, con el pájaro que se posa allí para morir…) y mientras, esa música, que acompaña todo lo que va a suceder, de Federico Jusid (pianista y compositor argentino, pero que trabaja en España y que ha compuesto más de cuarenta bandas sonoras), es preciosa y tan necesaria durante todo el metraje que estás ansioso porque vuelvan a sonar sus notas. Sí, al final suena una canción compuesta por nuestro querido Alejandro Sanz, muy bonita también, pero, es sin duda, el piano, el alma de esta crónica.
Aunque en un principio es Isabel (Guiomar Puerta) la que comienza el relato, son Lucía (Blanca Suárez) y Gonzalo (Javier Rey) los verdaderos protagonistas. Es 1998, Lucía necesita unas prácticas para acabar la carrera, pero como las ha solicitado tarde le toca realizarlas en un pequeño pueblo costero de Galicia. Ella cree que podrá escribir artículos y así demostrar todo lo aprendido, pero al llegar se encuentra con que va a escribir las esquelas que lleguen a la redacción. Pronto descubre una, tan romántica, que decide investigar de quién es. Y así comienza una historia increíble, que es un lugar común, del que se han escrito innumerables novelas y de las que se han grabado infinitas películas; pero no todas tienen magia, no todas nos embriagan, no las vivimos todas con pasión.
Si con Fariña me fascinó, con El Verano que Vivimos me ha enamorado. La fotografía, de Jacobo Martínez (al que no conozco, pero espero que su nombre se escuche bien alto) es realmente bella, impactante desde el primer fotograma (la playa con los coches alineados, el banco colgado del árbol con la luz del atardecer, las ruinas, con el pájaro que se posa allí para morir…) y mientras, esa música, que acompaña todo lo que va a suceder, de Federico Jusid (pianista y compositor argentino, pero que trabaja en España y que ha compuesto más de cuarenta bandas sonoras), es preciosa y tan necesaria durante todo el metraje que estás ansioso porque vuelvan a sonar sus notas. Sí, al final suena una canción compuesta por nuestro querido Alejandro Sanz, muy bonita también, pero, es sin duda, el piano, el alma de esta crónica.
Aunque en un principio es Isabel (Guiomar Puerta) la que comienza el relato, son Lucía (Blanca Suárez) y Gonzalo (Javier Rey) los verdaderos protagonistas. Es 1998, Lucía necesita unas prácticas para acabar la carrera, pero como las ha solicitado tarde le toca realizarlas en un pequeño pueblo costero de Galicia. Ella cree que podrá escribir artículos y así demostrar todo lo aprendido, pero al llegar se encuentra con que va a escribir las esquelas que lleguen a la redacción. Pronto descubre una, tan romántica, que decide investigar de quién es. Y así comienza una historia increíble, que es un lugar común, del que se han escrito innumerables novelas y de las que se han grabado infinitas películas; pero no todas tienen magia, no todas nos embriagan, no las vivimos todas con pasión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Durante la investigación, Lucía encuentra muchas más esquelas firmadas por G. M. Todas llaman la atención por la desesperación con la que escribe, siempre sobre el pasado, por lo que pudieron ser y no fueron, por la vida, por la muerte, por el amor, por el deseo de haberse encontrado en esa casa a la que sólo se puede acceder cuando baja la marea. Lucía se dirige a ese lugar y se encuentra con que Gonzalo ha muerto, pero está su hijo, Carlos (Carlos Cuevas), que decide acompañarla por toda España para conocer a su padre, del que desconoce buena parte de su vida.
Así vamos conociendo a Gonzalo y a Lucía. Ahora estamos en el verano de 1958; Gonzalo es arquitecto y amigo de Hernán (Pablo Molinero), que quiere que le construya una bodega. Desde el primer fotograma Cádiz nos enamora, los viñedos de Jerez hacen que inconscientemente nos quitemos el polvo de los pantalones, porque queremos recorrerlos, estar allí. Lucía resulta ser la prometida de Hernán. Pero el corazón de Lucía pertenece a Gonzalo desde el primer instante en el que se ven. En escena aparece la hermana de Hernán, Adela (María Pedraza), que a pesar de estar con un chico llamado Curro, no puede evitar que le guste Gonzalo. Mientras Adela corteja descaradamente a Gonzalo, Lucía se va dando cuenta que también a ella le gustaría pasar tiempo a solas con él. Nunca ha sentido el vértigo de la pasión con Hernán. Cuando los hongos amenazan los viñedos y Hernán tiene que viajar a Francia se abre el camino para las pasiones ocultas de todos. Lucía y Gonzalo sienten por primera vez en sus vidas. En poco tiempo la atracción y el amor les inundan y mientras, Adela, comienza a sospechar, a espiar, a ponerse celosa. Hernán llega antes de tiempo porque echa de menos a Lucía y es en este instante donde la tragedia Shakesperiana o mejor, Lorquiana, se precipita.
Hasta la muerte resulta poética en El Verano que Vivimos. La fotografía es tan excepcional que acompañada del piano te encoje el corazón. La desesperación y la rabia de todos se sale de la pantalla. Las mentiras y la venganza hacen su aparición y Gonzalo y Lucía serán separados de forma cruel. Porque Hernán dice que 'es peor vivir con la pena de saber que Lucía está muerta a morir él también'.
Las vidas se separan irremediablemente, y Gonzalo, aunque rehará su vida, todos los años, el mismo día, escribirá una esquela romántica dedicada a su amada.
De forma paralela, se unirán los destinos de Isabel y de Carlos. Su viaje por las ciudades por las que pasó Gonzalo y el desenlace harán que ellos vivan su propia historia.
En realidad no os cuento todos los secretos que se ocultan aquí. Prefiero que la veáis y la disfrutéis.
Así vamos conociendo a Gonzalo y a Lucía. Ahora estamos en el verano de 1958; Gonzalo es arquitecto y amigo de Hernán (Pablo Molinero), que quiere que le construya una bodega. Desde el primer fotograma Cádiz nos enamora, los viñedos de Jerez hacen que inconscientemente nos quitemos el polvo de los pantalones, porque queremos recorrerlos, estar allí. Lucía resulta ser la prometida de Hernán. Pero el corazón de Lucía pertenece a Gonzalo desde el primer instante en el que se ven. En escena aparece la hermana de Hernán, Adela (María Pedraza), que a pesar de estar con un chico llamado Curro, no puede evitar que le guste Gonzalo. Mientras Adela corteja descaradamente a Gonzalo, Lucía se va dando cuenta que también a ella le gustaría pasar tiempo a solas con él. Nunca ha sentido el vértigo de la pasión con Hernán. Cuando los hongos amenazan los viñedos y Hernán tiene que viajar a Francia se abre el camino para las pasiones ocultas de todos. Lucía y Gonzalo sienten por primera vez en sus vidas. En poco tiempo la atracción y el amor les inundan y mientras, Adela, comienza a sospechar, a espiar, a ponerse celosa. Hernán llega antes de tiempo porque echa de menos a Lucía y es en este instante donde la tragedia Shakesperiana o mejor, Lorquiana, se precipita.
Hasta la muerte resulta poética en El Verano que Vivimos. La fotografía es tan excepcional que acompañada del piano te encoje el corazón. La desesperación y la rabia de todos se sale de la pantalla. Las mentiras y la venganza hacen su aparición y Gonzalo y Lucía serán separados de forma cruel. Porque Hernán dice que 'es peor vivir con la pena de saber que Lucía está muerta a morir él también'.
Las vidas se separan irremediablemente, y Gonzalo, aunque rehará su vida, todos los años, el mismo día, escribirá una esquela romántica dedicada a su amada.
De forma paralela, se unirán los destinos de Isabel y de Carlos. Su viaje por las ciudades por las que pasó Gonzalo y el desenlace harán que ellos vivan su propia historia.
En realidad no os cuento todos los secretos que se ocultan aquí. Prefiero que la veáis y la disfrutéis.