"Un tranvía llamado deseo" es una más que digna versión cinematográfica de la obra original de T. Williams. Por motivos de censura, algunos de los aspectos más escabrosos de la pieza teatral han sido omotidos, aunque gracias a buena dirección y adaptación del espíritu de la obra, están presentes aunque no los veamos.

La película confirmó el magnetismo animal de un Marlon Brando brutal como Stanley, un duro descendiente de inmigrantes, machista, grosero, violento y superviviente de una guerra. Stanley sufre un desequilibrio que se suma a todo lo que ya lleva su agresiva forma de ser cuando su delicada cuñada Blanche (Vivien Leigh) se asienta con ellos en New Orleans.

El sexo es omnipresente a lo largo de toda la cinta. Atracciones e insinuaciones se suceden, pero en un cortejo malsano. Vivien Leigh crea un personaje indefenso y admirable, con una moral muy extraña y, desde luego, no una heroína, pero de cualquier forma, víctima de la opresiva presencia masculina de un hombre busco y tosco dispuesto a pisotear todo asomo de sensibilidad y debilidad que pueda existir a su alrededor.

Kim Hunter, Karl Maden y el resto del reparto rayan a una excelente altura, complementos ideales de unos Brando y Leigh inconmensurables, con una forma de actuar personalísima en sus estilos, pero innegablemente geniales.

Hay también que destacar la dirección de una figura tan polémica como Elia Kazan, que aquí verdaderamente hizo un trabajo mayúsculo, captando a la perfección la pieza teatral y traduciéndola al lengua cinematográfica con una excelente dirección.

Consigue la sensación de ser desagradable y asfixiante sin mostrar propiamente nada.