Realmente, creo que una buena parte de público y crítica estaban agazapados ante este cruce de series animadas. Entre que los Simpson se encuentran desde hace ya demasiado tiempo en decadencia de sus años dorados y que Padre de Familia es tan ácida como vacua en ocasiones, me parece que empezaban encontrarse un poco ecléctico cruce comercial sin alma.

Modestamente, me permito dudar de si lo han visto con calma, si por un momento se han permitido una sonrisa o concederle a los responsables un instante para reflexionar sobre la trama. Realmente, más allá del cruce y de las bromas de rigor, hay una acertada metaficción en este hecho.

El primer acierto es la duración precisa, apenas cuarenta minutos. Justo lo necesario para hacer un homenaje que a bastantes fans podría complacer sobremanera. Incluso en el aparato gráfico hay una buena fusión para que los tonos de uno y otro show armonicen. También escuchen la música que Walter Murphy orquestó para contentar a unos y otros.

Lo mejor es que en esta auto-reflexión de serie mítica con la barriga llena e hijo gamberro que busca reconocimiento más de lo que querría admitir hay arte. Incluso, se adelantan a los furibundos ataques en internet a través del dueño de la Mazmorra del Androide: "La peor pelea de gallos de la historia".

Springfield y Quahog lucen mejor que en muchísimo tiempo. Quizás en 2014 estábamos demasiado resabiados para valorarlo en su justa medida. Tiempo al tiempo.