Bueno, pues esta cinta es lo que es, o séase: una "peli de vaqueros", aunque no salgan vacas; sí salen, empero, paisajes polvorientos, flechas, winchesters, colts, personajes que se redimen y personajes que venden su alma al diablo... Lo que no es poco de suyo
Cualquier película en la que aparezca Tommy Lee Jones ya tiene el cinco ganado, y sí, además, sale Cate Blanchett, pues va a ser que sube al seis.
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A day in the far west (en poco más de trescientas palabras)
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Para el cuatrero Máikel Lámedog the Pick, Wásteland significaba seguridad. Un diminuto acuífero olvidado por los dioses, agazapado en el desierto de Sonora, a cientos de millas de ninguna parte, el último reducto de la tribu indígena "Piescallosos", desplazada hacia casi su extinción hasta los desolados páramos de las vastas y resecas llanuras de los tórridos y espeluznantes desiertos orientales, por esa vorágine humana de aventureros, desheredados sociales y desechos humanos llegada desde el este del país en su insaciable sed de fortuna, en busca de un futuro prometedor.
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Las luces del poniente mitigaban su brillo. El pálido y titilante fulgor leonado del sol ante el ocaso difuminaba el contorno de la bóveda celeste, un brumoso resplandor ambarino se extendía sobre el horizonte, como un último bastión, perfilando una agónica y parpadeante línea escarlata; el estertor del color ante el negro de la noche.
-Se aproxima la noche -dijo casi en un susurro Madelaine Dazzling- y con ella los peligros -sus ojos permanecían fijos en las estribaciones montañosas...
-Nuestro destino está ahí delante -Malcon McCrouskin señalaba el horizonte-, allí, donde el sol se muere...
Madelaine no llegó a escuchar estas últimas palabras. -¡No susurres! -ordenó-, Y piensa, piensa rápido.
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El viejo Freddy Tumordrinks sabía hacer buen uso de su winchester 75, sin desperdiciar munición; apuntaba al objetivo y con suma determinación e inigualable tino dejaba que su dedo acariciara el gatillo; un ligero retroceso tras un seco chasquido, un leve y silbante sonido y un aguerrido indígena caía abatido.
Aticus Canehoney, a su lado, usando también un rifle, pero con menos tino, entre disparo y disparo, reía abiertamente, escupía un histriónico sonido siseante, que, al desplazarse a través de su dentadura mellada, sonaba realmente amedrentador; y entre una retahíla de frases incoherentes salpicadas de blasfemias se distinguían claramente, como el estribillo de una canción, las palabras: ¡Malditos pieles rojas!.
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-Sí, sí, claro, preguntémosle a Soulophgod -interrumpió Jusisyo-, él sabrá lo que nos conviene; y así, mientras nosotros nos perdemos en conciliábulos y disquisiciones varias, tendrán más tiempo los rostros pálidos para robar nuestras tierras.
-¡Guarda respeto cuando hablen los mayores! -Juhasinyu miraba a su hijo con cara de reproche-, Controla tu impaciencia -agregó, aún en tono paternal pero ya más condescendiente-; los guerreros no se forjan con impulsos, se endurecen al temple, con paciencia, determinación, entrega y sacrificio -permaneció unos segundos pensativo, y continuó hablando, más para sí mismo que para su hijo-... Ojalá, hijo mío, disfrutes de una larga vida para comprobarlo por ti mismo.
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Las jarreteras de su uniforme azul emitían un intermitente e inquieto resplandor anaranjado; el reflejo del sol al poniente delataba su situación. "El sol es un amigo" solían decir los "Piescallosos" y probablemente llevaban razón. Méntecat Oftenphoolis elevó su brazo izquierdo en señal de alto; los hombres uniformados que le seguían en formación se detuvieron.
-Teniente Haveflers -ordenó-, aquí detendremos la marcha e improvisaremos un campamento. Encárguese de que la tropa no esté ociosa.
-¿Aquí, Capitán? -Harbey Haveflers desconfiaba de la capacidad logística del hombre al mando-.¿Puedo sugerirle aquella zona rocosa, donde estaremos más protegidos que a campo abierto?
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El sheriff de Plumpvillage, Lonlia Danguan, era un hombre sensato, ecuánime y respetado, pero tenía una debilidad; su amor incondicional por la famosa cabaretera Lily Wayward.
. -Ese sheriff pomposo morirá al amanecer -sentenció Burt Lankainfast, y tras un leve carraspeo intentó escupir sobre el seco matorral los restos masticados de tabaco, con penoso resultado, pues no siguieron el itinerario pretendido.
Thomas Fivesnot le gritó, mientras retiraba el pie de la trayectoria errática del tabaco: -¡Eh, cuidado!, si no sabes escupir, no mastiques eso.
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El ganado sesteaba en la pradera, Billy Desilly dibujaba con una pequeña rama sobre el reseco suelo terroso la trayectoria a seguir.
-No son buenos augurios -comentó cariacontecido a sus camaradas-; toda esta zona es territorio salvaje, lleno de dificultades. Tendríamos que adentrarnos en el desierto de Sonora y ya sabéis lo que eso significa. Queda la ruta de las montañas, arriesgada para el ganado y mucho más larga, pero más segura para nuestra integridad física. Debemos decidir ya.
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-Ya van más de trescientas, sobran las palabras -le dijo el experimentado cochero Magno Yonford desde el pescante de la diligencia a su acompañante.
-No habrá problema -le respondió Pancho Delcuate-, el duelo lo ganará el protagonista, se quedará con la chica y un beso cerrará la retina en un último plano.
Yonford permaneció unos segundos en silencio, observando a su amigo; inspiró lentamente, arreó a las bestias y comenzó a cantar-: "Oh my darling, oh my darling, oh my darling Clementine..."
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Saludos
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Eucariota