Motivada por un hecho real sucedido en Nueva Zelanda en los años 50, la película es el desarrollo de locuras y fantasías de adolescentes criminales que comienza con corridas en todas direcciones para mostrar el nivel de frenesí que sostienen ambas protagonistas. Un amor frenético entre ambas sólo insinúa una posible relación lesbiana que aún no se ha concretado pero sí formaría parte del exceso al que se ven arrojadas, despegándose totalmente de la realidad en la construcción de "necesidades" obsesivas y sin límite. Es una virtud de la película que no sugiere que una sociedad conservadora y homofóbica es la causa de lo ocurrido; la locura de estas jóvenes no es causada por la conducta de sus padres, llegan a una vocación criminal por el desarrollo independiente de sus delirios y pensamiento mágico. Buenas actuaciones de todos los protagonistas y la primera de la ya famosa Kate Winslet. Como una pendiente empinada hacia la tragedia sólo produce pena.