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Venezuela Venezuela · Puerto Ordaz
Voto de MagoCinéfilo:
10
Drama Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2018
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un tipo de violencia que solo existe en Latinoamérica. Una violencia exclusiva y elitista; pero lo es mientras se baña en barro, en mierda, miseria y misoginia. Porque la violencia de género no son solo los mojones mentales que nos pinta el primer mundo.

La violencia de Roma es la violencia del tercer mundo con aires de primermundismo, que se está moviendo para allá. Que de verdad lo intenta, pero es incapaz de lograrlo. La violencia de los inadaptados, de los parias, los rechazados. Los adoptados.

La violencia que da bofetón tras bofetón, mientras los telones de fondo suben, y bajan, y pasan los políticos por el backstage; los partidos, las ideas, las mujeres y los hombres. Pero todo por el backstage, porque el centro de la acción para nosotros los latinoaméricanos no son ni las ideas, ni la política, ni las mujeres o los hombres.

Nuestra vida gira alrededor de la violencia. Violencia de los recién nacidos, los nacidos muertos, los adúlteros, los mentirosos, los criminales. Aquel que abusa del que no tiene poder. La violencia que destruye los sueños de aquellos que empiezan soñar. La violencia de México. La de Venezuela, la de Cuba. La violencia del hombre moreno. Violencia a la romana.

Cuarón hace su mejor película, y la mejor película mexicana de lo que va de siglo. La hace sin El Chivo; la hace a la antigua. La hace mejor.

No hace una película feminista. No hace cine panfletario, ni denuncia social hedionda a izquierda. Todas malas costumbres del continente. Hace cine humano, universal. Resonante y emocionalmente potente. Cine bello, cine puro.

El cine más bello y más puro no lo es porque sus planos secuencia hayan sido grabados con una Alexa 65, o porque sus actores se coman las emociones como un Kirby que se tragó El Método Stanislavsky. El cine más bello y más puro es aquel que desteje la memoria para exhibirla por nosotros, para nosotros. Tender un mosaico hecho de tiempo, como haya dicho mil y un veces Tarkovsky. Transportarnos a recuerdos que en primer lugar nunca tuvimos, porque la memoria es colectiva. El cine es colectivo.

Roma es cine. Cine hecho bien.
MagoCinéfilo
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