Después del peliculón que supuso “El Prisionero de Azkaban” del gran Alfonso Cuarón, la saga rebaja el nivel con una descafeinada y tópica cuarta parte que se aleja bastante del espíritu de la saga a favor de convertir a los personajes en adolescentes estereotipados y los adultos en villanos predecibles o payasos lamentables directamente.

Claro que hay momentos muy buenos, la música de Patrick Doyle es notable, Alan Rickman, Michael Gambon, Brendan Glesson y los gemelos Phelps protagonizan escenas memorables y logran que por un momento olvidemos grandes meteduras de pata como el derroche innecesario de efectos que se ha hecho para mostrar al genial Gary Oldman en una decepcionante escena; o la fallida y exageradísima caracterización de Voldemort.

Las pruebas podrían haber sido acojonantes como se describen en el libro pero Mike Newell no le sabe aportar tensión a las escenas, directamente se han cargado el suspenso y la intriga pero no se han cortado a la hora de meter gags a cada cual más patético que el anterior. El baile sin duda es lo peor de lo que llevamos de saga, la forma en que desarrollan la trama romántica/adolescente, con sus horrendas escenitas de lloriqueos y peleas, produce absoluta vergüenza ajena. El trío protagonista hace lo que puede y podríamos decir que salen bien parados ante el ridículo al que los exponía el guión (Daniel Radcliffe todavía no convence del todo pero mejora notablemente en cada entrega).