Si bien es cierto que Kubrick estaba al frente de ésta colosal producción, desmerecer la imprescindible labor de guionistas, actores y al otro director Anthony Mann sería una injusticia. Si ésta obra es hoy un auténtico clásico imperdible, es por el esfuerzo conjunto de todos los que se vieron involucrados.

El reparto simplemente brillante en su labor, la ambientación y el diseño artístico bien merecidos se tienen su premio de la Academia. Una lástima que Alex North con su magistral partitura (que hace de la obertura y el intermedio una inolvidable experiencia) no haya conseguido la estatuilla.

Además resulta tan grato entretenimiento que los poco más de 180 minutos (190 en la versión restaurada) en ningún momento cansan o aburren y uno ni se da cuenta de cómo pasa el tiempo.