Valorar una película como el exorcista resulta difícil. Básicamente, porque hay diferentes luchas, diferentes formas de enfrentarse a lo desconocido; los sacerdotes se enfrentan a sus propias dudas espirituales, a sus miedos, a su inseguridad. La madre de Regan a un escepticismo urbano y racionalista. La niña a una posesión brutal y extenuadora. El espectador asiste indefenso y absorto a una realidad desconocida que lo va absorviendo y de la cual tampoco puede escapar. El concepto popular de que el bien es claramente superior al mal, se desvanece cuando ante la poderosa y rotunda presencia del diablo, los sacerdotes sólo oponen el crucifijo, agua bendita, y unas oraciones, hay momentos en que el enfrentamiento entre bien y mal resulta claramente desfavorable al bien. No obstante, Friedkin, consigue retomar la situación y la película acaba generando en el espectador un sentimiento de alivio. En su momento la película generó mucha expectación, y no estuvo exenta de polémica, hoy con el transcurso del tiempo, el visionado del filme sigue resultando inquietante, algunas escenas te dejan sin habla, te sientes transportado a una realidad diferente, sin embargo, la catarsis colectiva que originó su estreno ya ha quedado atrás, con lo cual el enfoque hoy es más objetivo, más artístico, mas cinematográfico y no tan polémico como llegó a ser.