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Voto de Jose_Lopez_5:
3
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3,469
Ciencia ficción
La nave Enterprise se dirige al planeta Nimbus III para negociar la liberación de unos embajadores secuestrados. Allí descubrirán que el jefe de la banda es un pariente de Spock obsesionado por encontrar el planeta que es considerado la fuente de la vida. (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2021
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Durante las negociaciones previas a "Star Trek IV: misión salvar La Tierra" (1986), Shatner, entre otras cosas, exigió poder dirigir la próxima película de la franquicia. Era parte de un acuerdo recíproco que involucraba a Nimoy y que, en esencia, consistía en que todo lo que uno consiguiera, el otro también lo recibiría. Y Nimoy iba a dirigir la cuarta entrega, como ya hiciera con la tercera, por tanto la quinta sería para el canadiense. Así fue como este hombre acabó poniéndose a los mandos, no de una nave, sino de una película que está considerada como la peor del reparto clásico.
Para ello Shatner optó por marcarse un tanto místico con esta quinta entrega, recurriendo en consecuencia a elementos que, si bien en su origen tenían posibilidades, acabaron siendo ejecutados de una forma tan discutible que conformaron una película rara, incómoda para los trekkies, que poco tenía que ver con lo visto hasta ese momento.
En particular, Bill recurrió a elementos como la existencia de Dios, el miedo como freno de nuestras aspiraciones, la cruz con la que todos tenemos que cargar en la vida, y los iluminados convencidos de ser los elegidos por el Dios de turno. Unos recursos que no se puede decir que sean malos ni faltos de chicha, pero que Shatner plasmó con una cutrez notable. Ya fuera por los diálogos de andar por casa, por las interpretaciones desganadas, por las sosas escenas de acción o por la falta de eso que se llama espíritu Trek (que no sé qué leches será), la película resultante acabó pareciendo un episodio alargado.
No exagero al decir que ni los protagonistas ni los secundarios parecían tener mucho interés por lo que hacían. Una desmotivación que, mezclada con unos diálogos insulsos macerados en chistes continuos, hundía la cinta conforme avanzaba. Tampoco ayudó, todo sea dicho, el paso del tiempo, con una Uhura canosa, un Scotty fondón, o un Sulu y Chekov que por momentos parecen secundarios cómicos. El humor, ese veneno.
Shatner, por su parte, metió la mano a diestro y siniestro, por lo que su estilo se dejó sentir en la dirección, en el guion y hasta en la edición, pues se excedió con la duración y, al saber que los productores ordenaron recortar el montaje, se lanzó a negociar a regañadientes con el responsable de meter la tijera, para ver qué dejaban y que borraban.
En general, estamos ante una película menor, que derrocha pocos recursos y que parece orillar los límites de la franquicia, tan ajena es. Cierto que trata temas transcendentales, de un orden superior, como tanto le gusta a su capitán sucesor, Jean Luc Picard. Pero toda ella parece inclinarse fuera de la ambientación Trek.
En resumen, una película bastante menor, con algunos momentos orillando la vergüenza ajena (véase spoiler 1), que, en palabras del propio Shatner, casi se carga la franquicia. Eso, viniendo de alguien con un ego como un templo, no es una afirmación baladí. Y ojo a los razzies, con el bueno de Bill haciendo doblete.
Para ello Shatner optó por marcarse un tanto místico con esta quinta entrega, recurriendo en consecuencia a elementos que, si bien en su origen tenían posibilidades, acabaron siendo ejecutados de una forma tan discutible que conformaron una película rara, incómoda para los trekkies, que poco tenía que ver con lo visto hasta ese momento.
En particular, Bill recurrió a elementos como la existencia de Dios, el miedo como freno de nuestras aspiraciones, la cruz con la que todos tenemos que cargar en la vida, y los iluminados convencidos de ser los elegidos por el Dios de turno. Unos recursos que no se puede decir que sean malos ni faltos de chicha, pero que Shatner plasmó con una cutrez notable. Ya fuera por los diálogos de andar por casa, por las interpretaciones desganadas, por las sosas escenas de acción o por la falta de eso que se llama espíritu Trek (que no sé qué leches será), la película resultante acabó pareciendo un episodio alargado.
No exagero al decir que ni los protagonistas ni los secundarios parecían tener mucho interés por lo que hacían. Una desmotivación que, mezclada con unos diálogos insulsos macerados en chistes continuos, hundía la cinta conforme avanzaba. Tampoco ayudó, todo sea dicho, el paso del tiempo, con una Uhura canosa, un Scotty fondón, o un Sulu y Chekov que por momentos parecen secundarios cómicos. El humor, ese veneno.
Shatner, por su parte, metió la mano a diestro y siniestro, por lo que su estilo se dejó sentir en la dirección, en el guion y hasta en la edición, pues se excedió con la duración y, al saber que los productores ordenaron recortar el montaje, se lanzó a negociar a regañadientes con el responsable de meter la tijera, para ver qué dejaban y que borraban.
En general, estamos ante una película menor, que derrocha pocos recursos y que parece orillar los límites de la franquicia, tan ajena es. Cierto que trata temas transcendentales, de un orden superior, como tanto le gusta a su capitán sucesor, Jean Luc Picard. Pero toda ella parece inclinarse fuera de la ambientación Trek.
En resumen, una película bastante menor, con algunos momentos orillando la vergüenza ajena (véase spoiler 1), que, en palabras del propio Shatner, casi se carga la franquicia. Eso, viniendo de alguien con un ego como un templo, no es una afirmación baladí. Y ojo a los razzies, con el bueno de Bill haciendo doblete.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1º) En general, todo sucede con ligereza, torpeza y humor, en contraste con la supuesta profundidad de los temas a tratar. A eso hay que añadir momentos abiertamente estúpidos. Como muestra podemos citar los fallos en el Enterprise, la gata humanoide peleando con Shatner mientras emite grititos de James Brown, o Scotty como un machaca patoso. Y el final, con escenas rodadas en un vulgar desierto con un filtro rosa, ya es para mear y no echar gota. Ahí la falta de perras se hizo notar mucho.
A pesar de todo le reconozco el mérito de defender una idea interesante: el sufrimiento personal, el dolor, como motor que nos empuja. En una sociedad actual en donde la gente se ahoga en un vaso de agua, en donde se ha banalizado el concepto de depresión, y que ha hecho del consumo de ansiolíticos y psicofármacos algo habitual, esto es una guantá sin manos. Es toda una lección de vida. Una prueba de que en este mundo todos tenemos que apechugar con marrones y que las tristezas, como las alegrías, nos cincelan, para bien o para mal. Somos lo que somos, no solo por las fiestas, los amigos y los momentos agradables, sino también por las miserias, los enemigos y las hostias que la vida nos da.
Quién le iba a decir a Shatner que, treinta años antes de que esto ocurriera, él lo plasmaría con esa frase ya mítica: "¡Yo no quiero que me quiten el dolor! ¡Lo necesito!"
A pesar de todo le reconozco el mérito de defender una idea interesante: el sufrimiento personal, el dolor, como motor que nos empuja. En una sociedad actual en donde la gente se ahoga en un vaso de agua, en donde se ha banalizado el concepto de depresión, y que ha hecho del consumo de ansiolíticos y psicofármacos algo habitual, esto es una guantá sin manos. Es toda una lección de vida. Una prueba de que en este mundo todos tenemos que apechugar con marrones y que las tristezas, como las alegrías, nos cincelan, para bien o para mal. Somos lo que somos, no solo por las fiestas, los amigos y los momentos agradables, sino también por las miserias, los enemigos y las hostias que la vida nos da.
Quién le iba a decir a Shatner que, treinta años antes de que esto ocurriera, él lo plasmaría con esa frase ya mítica: "¡Yo no quiero que me quiten el dolor! ¡Lo necesito!"