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España España · . ¯\_(ツ)_/¯ .
Voto de Jose_Lopez_5:
5
Acción Una misteriosa banda de delincuentes se dedica a robar camiones en marcha desde vehículos deportivos. La policía decide infiltrar un hombre en el mundo de las carreras ilegales para descubrir posibles sospechosos. El joven y apuesto Brian entra en el mundo del tunning donde conoce a Dominic, rey indiscutible de este mundo y sospechoso número uno, pero todo se complicará cuando se enamore de su hermana. (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 2001 fue, citando a Goyo Jiménez, el año de los poligoneros, de los mascachapas o, simplemente, de los canis.

Como si sus plegarias hubiesen brillado más que el oro que les colgaba del cuello, el nuevo milenio trajo bajo el brazo una película que vino a satisfacer las necesidades de un colectivo que, hasta la fecha, solo habían podido aplacar a base de tuneos horteras y mucha Playstation 2. Se estrenó la película "A todo gas".

"A todo gas", traducción absurdamente gilipollas de "The fast and the furious" (que tampoco es que mejore en el original) contenía todo lo que un cretino deseoso de matarse con su coche ansiaba: velocidad, cochazos modificados, altavoces vibrando, chulería a granel y putones vistiendo tres tallas más pequeñas.

La historia, en principio, no tenía nada de original, pues tiraba del ya casi subgénero policial del agente infiltrado o, más específicamente, del "policía infiltrado en organización criminal de aficiones peligrosas". Una cuestión que un usuario de Filmaffinity acertadamente ha comparado con "Le llaman Bodhi" (1991), y que yo llevaría más lejos pues, en el 94, la misma idea fue plagiada por Wesley Snipes en "Salto al peligro", en tanto que el argumento era de una guisa similar o, si cabe, más vengativa.

No obstante, si en la cinta de Kathryn Bigelow el surfismo extremo no ayudaba a los delincuentes en sus canalladas, en la de Snipes los malandrines usaban su dominio del "skydiving" para sus tropelías. En este sentido, "A todo gas" sigue más la estela de la segunda que de la primera. Sea como fuere, en todos los casos el novato tenía que ganarse la confianza de los malosos participando de sus bobadas peligrosas, ya fuera surfear olas asesinas, saltar desde un avión o conducir un coche cual kamikaze.

Desde un punto de vista interpretativo, "A todo gas" no valía un pimiento. A un lado estaba Vin Diesel, recién salido de la barata y resultona "Pitch Black" (2000), interpretando (es un decir) al gallo de pelea con la cresta más tiesa del corral. Un personaje que, a lo largo de sus sucesivas apariciones terminó por convertise en detestable, pero que aquí destacaba por su fanfarronería caricaturesca. Frente a él, Paul Walker, otro intérprete de medio pelo al que los medios de comunicación elevaron a la categoría de actor gracias, mayormente, a que se mató años después. Ya sabe aquello de que "si quieres que hablen bien de ti, vete o muérete".

Si la historia no era original y sus dos pilares principales no pasaban de unos bloques de cemento, parece claro que la película no tenía nada que ofrecer en esa dirección. De hecho, su punto fuerte vino por otra vía: la técnica.

Así, "A todo gas" tuvo el acierto de darle a las carreras de coches un toque mucho más fantasioso y espectacular de lo que se había visto hasta ese momento, y lo logró gracias a la informática. Para ello recurrió a los "chromas", el CGI y las cámaras montadas en brazos robóticos. De ese modo, los planos de los coches circulando como cohetes quedaron decorados con unos exteriores que simulaban una velocidad absurda, mientras la cámara trazaba trayectorias vistosas.

Más allá de eso, la película no tenía mucho más que ofrecer aunque, al menos, se intentó que hubiera una historia de policías y ladrones. Era pobre, casi manida, y estaba cogida con hilos finos, pero algo había. Eso y mucha pava húmeda.

Como puede imaginarse, no hubo cani que no se masturbase con esta película y el personaje de Toretto, quien plasmó en la pantalla lo que ellos solo habían logrado en sueños y conversaciones regadas con alcohol. No tardaron así en aparecer por nuestras calles coches con los bajos iluminados, y más de un descerebrado llegó a corretear por las noches en algunas ciudades. Se ve que aquella columna de Pérez Reverte titulada "Carta a un imbécil" (1994) no llegó a quienes debía.

"A todo gas" (2001) es, quizás, la única película salvable de todo lo que vino después, pues fue el detonante de una saga en donde la estupidez explotó impregnando los guiones con la misma persistencia que el sudor los sobacos de sus protagonistas. Una saga que, además, se hizo muy rentable, empezando por esta, en donde sus $38 millones de presupuesto terminaron haciendo una taquilla mundial de $207 millones. Un chiste comparado con algunas entregas posteriores que llegaron a traspasar la barrera de los $1000 millones de recaudación.

En resumen, la película favorita de quienes van al cine para liberar al animal que llevan dentro. Coches alimentados con óxido nitroso, gachís más calientes que los palos de un churrero, y chuloputas psicópatas corriendo para ver quién mea más lejos. Recomendada para quienes defienden que el cine no es un negocio.
Jose_Lopez_5
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