Está bien que de vez en cuando el melodrama romántico varíe sus propuestas incluyendo unas pinceladas de fantasía, caso de la película que nos ocupa, una suerte de drama con viajes en el tiempo. Además, el romance y la fantasía no casan nada mal, a Demi Moore y Patrick Swayze, por ejemplo, les fue muy bien dicha mezcolanza. De todas maneras me quedo con la pareja que forman Bana y McAdams, y sobre cuyas interpretaciones (y química) descansa gran parte del éxito de la película.

Bana da vida a Henry, un hombre que desde pequeño sufre de una extraña habilidad que le permite viajar en el tiempo, pero con la peculiaridad de que no puede controlar ni cuándo sucederán dichos viajes ni dónde irá a parar. Durante esos viajes hará amistad con Clare (Rachel McAdams), con la que iniciará una relación de lo más complicada (no hace falta decir por qué).

Seguramente la película hubiese terminado resultando mucho más convencional en manos de otro director, y es que Schwentke realiza un acertado y elegante trabajo (gracias también a la labor del director de fotografía) que imprime clase al acabado (véase el falso plano secuencia en el que se nos muestra el devenir de los años en la vida de los protagonistas). Sí, es cierto que la película resulta algo blandita y que busca deliberadamente la lágrima del espectador, pero no la puedo culpar, no si consigue su objetivo en distintas ocasiones. Tampoco lo hago por su predecible final. De todos modos, nada de lo dicho quita para que cuente con varios momentos mágicos (nunca mejor dicho) que acaban por redimir sus tópicos y defectos.