Película cuya esencia y espíritu recuerda mucho a El Tesoro de Sierra Madre y echando un ojo en la filmografía de John Huston mientras escribo estas líneas descubro que ambas son de él. Desconocida película para mi hasta ahora y eso que su pareja protagonista no es que sean ni mucho menos unos don nadie en esto del cine. Sean Connery y Michael Caine son dos granujas (nunca esta expresión mezcla de cara duras y simpáticos estuvo tan a pelo) que malviven entre trapicheos y chanchullos varios y que se plantean viajar a la otra punta del mundo, a un país donde por qué no, pueden aprovechar la ignorancia de los lugareños para erigirse reyes y conseguir sus supuestos tesoros.

La cinta es un clásico de aventuras con todas las letras y con muchos de los ingredientes típicos del género. Te engancha de inicio a fin, el viaje emprendido resulta apasionante y el metraje mejora si cabe cuando llegan a su destino y emprenden la complicada labor de adoctrinar y a la vez engañar a unos lugareños que en un momento dado pueden ser tan dóciles como inestables. Su ignorancia puede hacer que caigan rendido a tus pies creyéndote una divinidad y al día siguiente que te quieran cortar la cabeza porque se les ha cruzado otro cable. La película te mantiene en esa constante tensión y además añade el interesante ingrediente de la relación entre ambos protagonistas y en como ya pasada en la de Sierra Madre, la codicia, avaricia y soberbia del ser humano cuando obtiene dinero, poder o ambas. Con además un final impactante que personalmente eleva más si cabe el buen regusto dejado, estamos ante una película altamente recomendable para los fans del género y para el cinéfilo en particular.

Nota: 7'5

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