Si no llega a ser por el hecho de estar nominada al Oscar y la costumbre de ver todas las películas antes de la gala, seguramente la hubiera ignorado. Una cinta sobre bebés arrebatados a sus madres por parte de monjas para darlos en adopción a gente pudiente puede impactar a los americanos pero aquí nos han bombardeado con el tema y nos resulta cercano con lo que se conoce como los casos de “bebés robados”. Más allá de su temática, su planteamiento personalmente me recordaba más a esos telefilms baratos con los que mi madre llora a moco tendido en la sobremesa de Antena 3 que a una película digna de mención y de ver. Tras verla y aunque no llego al entusiasmo exacerbado, si podría hablar de una grata sorpresa y un film más que disfrutable.

Esto es gracias a una historia que se cuenta alejada de melodramatismos o búsqueda de lágrimas fáciles, a reflexiones interesantes sobre entre otras cosas la religión y sobretodo a su genial pareja protagonista. Steve Coogan es el periodista que ayudará a la madre (Judi Dench) en su búsqueda. Tras quedarse sin trabajo injustamente y aunque reticente al principio acepta el encargo. Cínico e indignado (motivos no le faltan) contrasta con el carácter de ella, que pese a tantos años vividos y lo que le aconteció con su hijo, presume de carácter afable, con una sonrisa adorable para todo el mundo y un gran optimismo y conformismo a la hora de ver la vida. La relación entre ambos dejará buenos momentos, geniales diálogos a la vez que como mencionaba, las escenas más reseñables de la cinta.

Emociones en forma de risas o de alguna lágrima, en una película que entrarían en el famoso saco de las “bonitas y agradables de ver” y que sus actuaciones, forma de trasladar la historia e interesantes reflexiones, la elevan a la categoría de notable o quedarse muy cerca de ello.

Nota: 6'7