Entrante:
Canapés de cabrales.
Primer plato:
Garbanzos con menudo.
Segundo plato:
Secreto ibérico con salsa brava.
Postre:
Espoleá.

Este era el menú que ofrecían en Casa Paco cuando Nolan se sentó a comer la noche en que Origen tuvo su origen*. Para colmo, el zagal venía de la comunión de su sobrino Manolito, que había recibido, entre otros regalos, cinco estuches de rotuladores, un reloj Casio con calculadora y un pijama del Real Betis Balompié. De vuelta a casa, se topó con un puesto de buñuelos, y no pudo resistirse a tomar dos cajas. Una vez estuvo de nuevo en casa, se dispuso a concluir el guión en el que estaba "trabajando"* y, cuando se dirigía hacia el escritorio, pasó por la nevera a coger unos donuts.

Con tanta comilona, al buen hombre le entró la morriña, por lo que vio oportuno echarse un sueñecito. En brazos de Morfeo tuvo visiones esclarecedoras sobre la que sería su obra magna. ¡Eureka!**. Entre otras, vio eternas caídas de furgonetas, argumentos sin lógica que intentan ser explicados por una niña repelente y altamente hostiable, así como unos efectos especiales tan bonitos como la sonrisa de un niño y tan repetitivos como el gazpacho. El gérmen de semejante sinsentido fílmico estuvo en el exceso. En Inception hay un exceso de gilipollez digna de un policía municipal recién licenciado, está más pasada de rosca que Pocholo un fin de año, y para colmo hay una legión de tontolabas iluminados que la adoran con ansia. Por pura pose... los ves y te piensas que la cosa es algo así como si por gustarte esta película ya te dan un carnet de guay o te convalidan una asignatura en psicología o física.Un despiporre vaya...

Christopher Nolan tuvo un mal sueño y encima le estáis pagando más cenas. Pues luego pasa lo que pasa, pesadilla y plasta en el culo.