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Voto de versoddk:
6
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Comedia
Chicago, 1929. Earl Williams, convicto del asesinato de un policía, espera en la cárcel el momento de su ejecución. Mientras tanto, en la sala de prensa del Tribunal Supremo, un grupo de periodistas espera el indulto o la confirmación de la sentencia. Hildy Johnson, el cronista de sucesos del Chicago Examiner, que tendría que cubrir la información, está a punto de contraer matrimonio y abandonar su trabajo; pero Walter Burns, el ... [+]
26 de octubre de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sala de prensa del edificio de los juzgados, varios periodistas juegan al póker. Se hacen la competencia y se descalifican unos a otros constantemente, pero en el fondo hay camaradería y aprecio entre ellos. Son retratados como un gremio de carroñeros sin escrúpulos, que manifiestan su falta de sensibilidad ante la muerte de una persona, hacen chistes a costa del reo Williams y no dudan en inventarse sus últimas palabras para que la noticia sea más sensacionalista.
Hay un periodista que se distingue por ser fiel a sus fuentes, el amanerado Roy Bensinger, que durante el primer tramo de la película no comparte plano con el resto de periodistas a pesar de estar en la misma sala y hablar con ellos. Wilder deja clara la distinta mentalidad de los personajes con su sola colocación en el espacio escénico, a la vez que permite que nos fijemos en el escritorio de Bensinger, que tan importante será después. El mismo recurso se emplea cuando Hildy (Lemmon) le anuncia a su jefe Walter que va a dejar el periódico, el conflicto de intereses rompe el plano en el que estaban juntos y ahora aparecen por separado. Además, en los planos de Walter solo, se ven por la ventana unas cuantas palomas grises que están en la cornisa. La palabra “pigeon” (paloma gris en inglés) se utiliza también como despectivo para referirse a una persona que trata de seducir a alguien sólo para aprovecharse de él, que viene a ser lo que tramaba Walter con Hildy.
El periodismo se presenta como una profesión absorbente y sacrificada. Hildy siente mucha presión en su trabajo, que lo deja sin vida privada, y prefiere abandonarlo para dedicarse a la publicidad, donde pagan mejor. Los periodistas gozan de poco respeto, por ejemplo el taxista no quiere saber nada de ellos, e incluso el jefe del periódico aconseja a la prometida de Hildy que se case con un enterrador o un verdugo, pero nunca con un periodista.
La película ridiculiza constantemente la hipocresía de periodistas, policías, el sheriff, el alcalde... cuyos códigos éticos quedan por los suelos. Ninguno duda en falsear la realidad en su beneficio, incluso si lo que está en juego es la vida de un inocente. Por ejemplo, el Alcalde se deshace de un indulto para Williams porque ve su ejecución como una buena propaganda de cara a las inminentes elecciones.
Así, la crítica no se limita a la prensa, sino también a la justicia, la corrupción, la psicología, el matrimonio, la pena de muerte, la obsesión anticomunista... con un humor cínico, negro en ocasiones, y el espíritu mordaz propio de Billy Wilder, a base de diálogos que apenas conceden un respiro al espectador. También se permite un guiño al cine mudo en la persecución de los coches de la policía, que hace caso a los comunicados absurdos que recibe, y en su búsqueda rompe los cristales de la sede de “Friends of American Liberty”.
Hay un periodista que se distingue por ser fiel a sus fuentes, el amanerado Roy Bensinger, que durante el primer tramo de la película no comparte plano con el resto de periodistas a pesar de estar en la misma sala y hablar con ellos. Wilder deja clara la distinta mentalidad de los personajes con su sola colocación en el espacio escénico, a la vez que permite que nos fijemos en el escritorio de Bensinger, que tan importante será después. El mismo recurso se emplea cuando Hildy (Lemmon) le anuncia a su jefe Walter que va a dejar el periódico, el conflicto de intereses rompe el plano en el que estaban juntos y ahora aparecen por separado. Además, en los planos de Walter solo, se ven por la ventana unas cuantas palomas grises que están en la cornisa. La palabra “pigeon” (paloma gris en inglés) se utiliza también como despectivo para referirse a una persona que trata de seducir a alguien sólo para aprovecharse de él, que viene a ser lo que tramaba Walter con Hildy.
El periodismo se presenta como una profesión absorbente y sacrificada. Hildy siente mucha presión en su trabajo, que lo deja sin vida privada, y prefiere abandonarlo para dedicarse a la publicidad, donde pagan mejor. Los periodistas gozan de poco respeto, por ejemplo el taxista no quiere saber nada de ellos, e incluso el jefe del periódico aconseja a la prometida de Hildy que se case con un enterrador o un verdugo, pero nunca con un periodista.
La película ridiculiza constantemente la hipocresía de periodistas, policías, el sheriff, el alcalde... cuyos códigos éticos quedan por los suelos. Ninguno duda en falsear la realidad en su beneficio, incluso si lo que está en juego es la vida de un inocente. Por ejemplo, el Alcalde se deshace de un indulto para Williams porque ve su ejecución como una buena propaganda de cara a las inminentes elecciones.
Así, la crítica no se limita a la prensa, sino también a la justicia, la corrupción, la psicología, el matrimonio, la pena de muerte, la obsesión anticomunista... con un humor cínico, negro en ocasiones, y el espíritu mordaz propio de Billy Wilder, a base de diálogos que apenas conceden un respiro al espectador. También se permite un guiño al cine mudo en la persecución de los coches de la policía, que hace caso a los comunicados absurdos que recibe, y en su búsqueda rompe los cristales de la sede de “Friends of American Liberty”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El Alcalde amenaza al sheriff para que encuentre al reo y a las 7 de la mañana esté en el patíbulo. El sheriff es sumiso con su superior, pero no trata con respeto a quienes están por debajo de él en el escalafón, lo que es una burla de la jerarquía. Intenta que los periodistas no le creen mala fama y acusa en falso al reo, tachándolo de comunista y alegando que el crimen es una conspiración anarco-bolchevique que pretende socavar las instituciones democráticas americanas. Se llega a plantear que han sido los rojos quienes le han dado el arma al reo, que en realidad no tiene nada que ver con ellos. A Wilder aún le queda tiempo para recordar sus tiempos de juventud como periodista en Europa, cuando Freud le denegó una entrevista, pues la figura del médico no es más que una sátira de la obsesión sexual de la escuela de psicoanálisis de Viena.
A pesar de tener el tiempo justo para coger el tren con su novia, Hildy no puede evitar continuar con su trabajo y se ocupa del caso. Entonces sube a la sala de prensa a recoger los anillos, que simbolizan que ha olvidado el compromiso con su mujer en favor del periodismo. Allí, Williams irrumpe en la sala rompiendo los cristales, Hildy cierra las cortinas y llama a Walter, que ya imagina su portada: “El Examiner captura a Earl Williams”. Walter utiliza su hipocresía para quitarse a Bensinger del medio, pretende sacar todo el jugo posible al caso de Williams, quitando importancia a una importante catástrofe ocurrida en Nicaragua, pero preferiría que la pena de muerte fuese en la silla eléctrica en vez de en la horca. Pienso que, actualmente, la prensa escrita es más reposada en ese sentido que los abundantes programas televisivos que igual tratan temas del corazón como de crónica negra, dirigida a las tripas y no a la razón, utilizando el dolor ajeno como reclamo.
A pesar de tener el tiempo justo para coger el tren con su novia, Hildy no puede evitar continuar con su trabajo y se ocupa del caso. Entonces sube a la sala de prensa a recoger los anillos, que simbolizan que ha olvidado el compromiso con su mujer en favor del periodismo. Allí, Williams irrumpe en la sala rompiendo los cristales, Hildy cierra las cortinas y llama a Walter, que ya imagina su portada: “El Examiner captura a Earl Williams”. Walter utiliza su hipocresía para quitarse a Bensinger del medio, pretende sacar todo el jugo posible al caso de Williams, quitando importancia a una importante catástrofe ocurrida en Nicaragua, pero preferiría que la pena de muerte fuese en la silla eléctrica en vez de en la horca. Pienso que, actualmente, la prensa escrita es más reposada en ese sentido que los abundantes programas televisivos que igual tratan temas del corazón como de crónica negra, dirigida a las tripas y no a la razón, utilizando el dolor ajeno como reclamo.