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Voto de Adela Hache:
4
3.7
80
Comedia. Romance
Alex, un gran boxeador, se va del país avergonzado y humillado por haber perdido una pelea. Un día le cambiará su vida, una noticia que lo hará volver y lo hará luchar. Hay un fruto del amor que él abandonó, un pequeño hijo de 8 años llamado Juani, que no sabe que él es su padre. Juani vive con su padrastro Bruno, actual campeón mundial de boxeo, un tipo arrogante y millonario. Alex volverá para recuperar su honor y su dignidad, y a su hijo. (FILMAFFINITY) [+]
11 de septiembre de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de boxeadores cuentan con títulos clásicos y grandes directores, desde King Vidor hasta Scorsese con su “Toro Salvaje”, donde se impone un héroe popular y una épica fuerte. En el cine y en la literatura nacional contamos con “Gatica, el Mono”, de Leonardo Favio y con nobles relatos de Julio Cortázar o Abelardo Castillo e incluso con la canción de León Gieco “Cachito, Campeón de Corrientes”, pero no es el caso de “La pelea de mi vida” que está más cerca del melodrama televisivo y efectista que de los relatos con intenso sustrato social vinculados a un imaginario de la clase obrera y la cultura popular.
El argumento ronda en torno a Alex (Mariano Martínez), un boxeador argentino aún joven y fuerte pero que supo de tiempos mejores. Al iniciarse la película lo encontramos autoexiliado en Colombia, sobreviviendo con combates arreglados de antemano por la mafia de las apuestas. Pero un día se niega a perder y eso sumado a que es un donjuán perseguido por guardaespaldas de un marido engañado, decide regresar al país luego de diez años. Así se reencuentra con su antiguo entrenador (Emilio Dissi) y amigos del gimnasio (entre ellos Mariano Argento, la revelación de “El hombre de al lado”).
Al retomar los vínculos con su pasado, el protagonista se entera de que ha sido padre durante su ausencia, que su novia abandonada falleció y su hijo biológico -que ya tiene ocho años- ha sido adoptado por su máximo rival en las cuerdas y en la vida.
La historia tiene ingredientes que hubieran podido conformar un buen melodrama deportivo pero el guion cae en la superficialidad y esquematismos tan previsibles que lo hacen ser apenas un pasatiempo con público cautivo por la popularidad de los actores y una temática atrayente.
El argumento ronda en torno a Alex (Mariano Martínez), un boxeador argentino aún joven y fuerte pero que supo de tiempos mejores. Al iniciarse la película lo encontramos autoexiliado en Colombia, sobreviviendo con combates arreglados de antemano por la mafia de las apuestas. Pero un día se niega a perder y eso sumado a que es un donjuán perseguido por guardaespaldas de un marido engañado, decide regresar al país luego de diez años. Así se reencuentra con su antiguo entrenador (Emilio Dissi) y amigos del gimnasio (entre ellos Mariano Argento, la revelación de “El hombre de al lado”).
Al retomar los vínculos con su pasado, el protagonista se entera de que ha sido padre durante su ausencia, que su novia abandonada falleció y su hijo biológico -que ya tiene ocho años- ha sido adoptado por su máximo rival en las cuerdas y en la vida.
La historia tiene ingredientes que hubieran podido conformar un buen melodrama deportivo pero el guion cae en la superficialidad y esquematismos tan previsibles que lo hacen ser apenas un pasatiempo con público cautivo por la popularidad de los actores y una temática atrayente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El filme no aporta novedades y menos alguna búsqueda que justifique su formato cinematográfico. A nivel actoral, poco hay para el lucimiento de veteranos como Emilio Disi y Mauricio Dayub bastante desperdiciados, así como de Mariano Argento que se limita a breves bocadillos sin comicidad. Los mejores momentos en cuanto a sonrisas giran en torno del protagonista infantil, el pequeño actor Alejandro Porro, que interpreta a Juani, el niño que deberá elegir entre un padre del corazón y un padre biológico.
Mariano Martínez y Federico Amador lucen una buena preparación para el rol de boxeadores pero están lejos del prototipo marginal del que suelen surgir los héroes del boxeo.
La película tiene su porción emotiva (la relación del niño con sus dos padres), su parte de romance (el personaje de Lali Espósito) y de acción (las peleas, siempre bien filmadas). Además del protagonista infantil, se destaca Federico Amador que no ocupa un lugar destacado en los afiches ni en los créditos. En cuanto a comicidad, es buena Lecouna como madrastra antipática y frívola.
El problema de “La pelea de mi vida” es que no existe el menor intento de trascender sus lugares comunes, trabajando sobre los estereotipos para reelaborarlos y potenciarlos. Solamente se limita a transitarlos con pobres recursos. Apenas cierto profesionalismo técnico, aunque el uso del 3D no se justifica demasiado. Resulta molesta mucha publicidad encubierta: desde algunas marcas y productos, hasta la promoción turística de lugares del Tigre como Puerto de Frutos. En el “debe” de la película también figuran una banda sonora artificiosa que se imposta cuando no es necesaria y una tendencia a las resoluciones inmediatas, que terminan de condimentar un plato insulso y sin épica más allá de las puntuales escenas sobre el ring.
Mariano Martínez y Federico Amador lucen una buena preparación para el rol de boxeadores pero están lejos del prototipo marginal del que suelen surgir los héroes del boxeo.
La película tiene su porción emotiva (la relación del niño con sus dos padres), su parte de romance (el personaje de Lali Espósito) y de acción (las peleas, siempre bien filmadas). Además del protagonista infantil, se destaca Federico Amador que no ocupa un lugar destacado en los afiches ni en los créditos. En cuanto a comicidad, es buena Lecouna como madrastra antipática y frívola.
El problema de “La pelea de mi vida” es que no existe el menor intento de trascender sus lugares comunes, trabajando sobre los estereotipos para reelaborarlos y potenciarlos. Solamente se limita a transitarlos con pobres recursos. Apenas cierto profesionalismo técnico, aunque el uso del 3D no se justifica demasiado. Resulta molesta mucha publicidad encubierta: desde algunas marcas y productos, hasta la promoción turística de lugares del Tigre como Puerto de Frutos. En el “debe” de la película también figuran una banda sonora artificiosa que se imposta cuando no es necesaria y una tendencia a las resoluciones inmediatas, que terminan de condimentar un plato insulso y sin épica más allá de las puntuales escenas sobre el ring.