Dirigida por el nefasto alemán Roland Emmerich ("Independence day") e interpretada por el ultraconservador australiano y "megastar" Mel Gibson, hete aquí otro baño de patrioterismo inútil, de glorificaciones sin ton ni son, de manipulaciones históricas hacia el sol que más calienta. Así, sin ninguna vergüenza ni recato la Historia es manipulada para mayor placer de los ya convencidos con estos argumentos y para mayor satisfacción de los productores.
Gibson, glorioso patriota ultramericano australiano (hay que ver que mezcla tan excitante), es un modélico padre de 7 hijos, viudo, muy guapo hasta en el más pavoroso fragor de la batalla, que habla muy bien en público, que tiene el don de la ubicuidad infalible en el arte de la guerra, que dispara sin fallo, que siempre tiene razón... A este supermodélico hombre le cargan de razones para tomarse la justicia por su mano y cumplir ancha venganza del todo justificable, pues su perpetua inocencia no puede marcharse, pues marcaría la belleza de sus lindos ojos. ¡Qué bien!
Además de todo esto, la película, sí, está bien rodada, aprovecha adecuadamente los exteriores y tiene una hermosa fotografía. ¿Y qué?. Es hiperviolenta sin necesidad, ultraconservadora, retrógrada necesariamente; y absurda históricamente, con un manierismo de pena, rematado en un final ridículo.
O sea, que toda la nota sacarla del inicio del párrafo anterior.