No es de extrañar que esta pequeña (como el protagonista de la misma) película fuese premidada en Sundance y que obtuviera magníficas críticas, pues desde su asumida humildad y muy limitada envergadura ofrece al espectador lo que se espera como mero ser humano que es: sinceridad, cercanía, calor, a la par que un humor tan agridulce como plenamente incrustable con el fondo de una historia, en principio, nada graciosa. "Vías cruzadas" cruza la vida de tres personajes (un enano que ha heredado una estación de tren abandonada y que solo ansía estar solo, una pintora machacada por la muerte de un hijo y una ruptura matrimonial y un joven latino parlanchín e hiperdinámico que regenta un puesto de perritos calientes) y con ello construye un gran pedazo de vida, de humanidad, reivindicando y "normalizando" la rareza: el vivir en un pueblo pequeño frente a la ciudad, del costumbrismo a la tecnología mal entendida, conversar frente a gritar, la compasión frente a la bronca y, por supuesto, el ser enano, de apenas un metro y treinta y cinco frente al resto de la gente "normal".
Un film de tan claro signo indepeniente como chocantemente, absolutamente necesario y del que debieran "depender" y aprender las toneladas de basura millonaria del cine yanqui de cada día. Amén.