Siete pistoleros a sueldo son contratados por una aldea de granjeros mexicanos con el fin de defenderse de los ataques de una banda saqueadora. Un western popularísimo que conserva intactas indiscutibles virtudes que hacen de uno de los mejores westerns de su tiempo.
Se trata de la adaptación americana de la legendaria obra de Kurosawa "Los siete samuráis", cambiándose el Japón feudal por el Oeste sin ley dónde la justicia no la aplican los sheriffs sino los revólveres y la capacidad de resistencia por no sé sabe bien qué puñeteros ideales.
En este film se unen la solidez de Sturges para el género ("El último tren de Gun Hill") y un magnífico reparto de viriles y justicieros personajes. Pero más allá de la obviedad de los nombres como garantía de buen hacer y entretenimiento queda un western desencantado y reflexivo que plantea muy bien conceptos como la Justicia, la solidaridad o el coraje, aparte de en lo más profundo del film una también desencantada reflexión sobre el paso del tiempo y la soledad (son siete pistoleros sin tierra, mujer e hijos). Es, una vez más, la plasmación de los perdedores desde el western y por extensión, una reflexión sobre la propia condición humana.
Junto a ello, sobresale la presencia del personaje de Yul Brynner, para mí el único error evidente del film, pues se le da a este personaje (el líder de los siete) rasgos de superioridad y hagiografía heroica sobre los, al parecer, absolutamente imbéciles mexicanos. No justifica esto el cierre -redondo- de la película en el que Brynner y McQueen parecen los más perjudicados en sus caracterizaciones. Es loable la propuesta: culturización de estos granjeros para que sean capaces de tomar sus propias decisiones y pasen a ser gente no rendible, pero ya que Brynner es la piedra angular sobre la que gira todo el eje de la película no parece muy adecuado su chulesco y paternalista personaje (hay aciertos en esta galería de machos más que notables: Buchholz y su amada y enamorada india mexicana). No obstante, un clásico y una gran película.