Desapareció una noche

En cuanto a lo técnico, tampoco destaca nada. Correcto simplemente por lo que no encuentro esa especie de reconciliación con Ben Affleck. La primera hora es floja y por mucho que luego la historia tome interés es imposible que desaparezca la espera que nos ha endosado Affleck. Así que mas que decir que lo mejor es el guión, diré que lo mejor es la materia prima de un libro, porque en un buen guión no caben esperas “sin chicha ni limoná” tan extensas como esta. Y no caben personajes tan vacíos o poco definidos.

El film trata el tema de la búsqueda de la verdad, una tarea que considera difícil, compleja, comprometida, esforzada y en ocasiones titánica. La verdad no se muestra, no se revela por sí misma, no salta a la vista. Puede permanecer disimulada tras una masa ingente de intereses, artificios, trivialidades, ocultaciones. La verdad es dura, duele las más de las veces, no admite componendas, no es amable ni agradecida, no beneficia siempre a quienes la persiguen y a algunos les perjudica. Sugiere que en relación a la verdad convienen sustituir viejas concepciones piadosas, por visiones nuevas, basadas en la realidad de las cosas y en el comportamiento efectivo de los seres humanos.

Implícitamente se pregunta sobre la existencia real de la verdad. Cuando es tan difícil dar con ella, existen tantas cábalas sobre la misma, se pueden formular tantas hipótesis fundamentadas acerca de ella, se ha de buscar por tantos caminos a la vez y no hay métodos seguros de avance y éxito, algunos se sienten inclinados a pensar que es imposible alcanzar la verdad o que la verdad no es más que la agregación de los intereses propios. Frente a esta tentación, compartida por muchos, se establece la propuesta contraria: la verdad existe y en cualquier momento puede ser desvelada. Las falsas verdades son arriesgadas y peligrosas.

Trata de la concepción del bien y del mal. Frente a los esquemas simplistas con los que la sociedad ha afrontado y resuelto habitualmente la cuestión, las nuevas realidades del mundo de hoy sugieren la conveniencia de una visión más amplia y más compleja. Lo bueno identificado muchas veces con la exaltación del individualismo, la defensa de los valores tradicionales, la confianza en las creencias propias, la extensión y profundización de la civilización, etc., reclama en el mundo de hoy una visión renovada, integradora de conceptos de solidaridad, tolerancia, igualdad, intereses universales, etc.

Las interpretaciones de Freeman, Harris, Amy Ray, Casey Affleck... son notables. Con ellas contribuyen a hacer de la obra una pieza relevante de actores.

La banda sonora, de Harry Gregson-Williams (“Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian”, Adamson, 2008), ofrece una partitura de 12 cortes, con temas tan espléndidos como “In The Darkness”. Añade canciones del repertorio popular, entre las que destacan “Nature of the Beast”, “Fallen Angels”, “Through the Dark”, etc. La fotografía, de John Toll (“La delgada línea roja”, Malick, 1970), no busca la amabilidad, sino el realismo. Construye composiciones de gran belleza plástica a través de la que vibra la presencia del mal, la mentira, el error y los intereses particulares.

El discurso narrativo, pese a contener algunos giros de más y caer en descuidos engañosos, es básicamente honesta y sincera. La calidad de la textura dramática es mejorable en comparación con la de grandes maestros, pero contiene muchos y buenos factores positivos, que se han de agradecer.

Me falló en parte el final, demasiado forzado, sin embargo me encantó el dilema moral que plantean como consecuencia, lo que me hizo olvidar ese giro de guión algo desaprovechado.