El Dorado

Correcto western de aliento clásico rodado en una época en que dicha etiqueta comenzaba a estar en entredicho. En juguetón ejercicio de estilo, Hawks emula, con mínimas variaciones, su propia "Río Bravo", siete años anterior. El problema de las fotocopias es que, por defecto, acostumbran a salir más pálidas que el original. Así le sucede a "El Dorado": frente al pulso poderoso con que está narrada la tensa trama de "Río Bravo", "El Dorado", por contra, no va más allá de una deshilvanada sucesión de episodios un tanto átonos. Incluso adolece de ciertos fallos de raccord- alguno verdaderamente abultado- que delatan una apatía impropia de un director de la talla y el nombre del que nos ocupa.
No obstante, el excelente reparto acude al rescate y salva los muebles- no sin antes romper unos cuantos sobre crismas tanto amigas como enemigas-. Porque, como siempre digo, la presencia de John Wayne basta. Y en esta ocasión apenas si endiña un par de tímidas galletas amistosas. Cosas de la edad. Robert Mitchum es un intérprete de mucha más hondura que el showman Dean Martin, de modo que en este aspecto- y pocos más- "El Dorado" sí mejora a "Río Bravo". Estupendo, por su parte, un simpático James Caan previo al eléctrico Santino Corleone que compondrá para Coppola. Eso sí, no sé qué resulta más ridículo, si la chistera con que se toca o el planchado de cabello un tanto sarasa que ésta oculta. No así su pistolón de perdigones, ineludible "must" en cualquier encuentro de la NRA que se precie.

Segura como las obras clásicas, El Dorado es una reflexión sobre el universo del western. Los héroes de Hawks, cansados de cabalgar, se encierran en una prisión y se aprestan a librar su última batalla. Profesionales hasta el fin de sus días, sólo reaccionarán, con violencia ante aquellas alteraciones, burla o traición, de lo que forma parte sustancial de su ética del oficio. Asisten a la formación de nuevos héroes que no recogen fielmente sus enseñanzas: Mississipi no sabe manejar el revóver, pero basa en la inteligencia: su forma de manejar el cuchillo o de arrojarse ante los caballos, su método para subsistir en un entorno tan agresivo.

El estilo de hawks, contemplativo y fundado en la aceptación de la realidad completa, lo que le sitúa en los antípodas de Hitchcock, encuentra en la serenidad de la madurez la razón de su existencia.

Esta sublime película es la última obra maestra de Hawks y, aunque se asomó de nuevo al género en la también interesante "Río Lobo", más distendida y trivial, supone su despedida, alegre y triste a la vez, a una época brillante del cine que, desgraciadamente, nadie ha sabido recuperar.

Más que remake, spin-off de Rio Bravo. Si decimos que la anterior es buena, pues esta también lo es. Y por méritos propios.

El tono es festivo donde la anteriormente mencionada era dramática, aquí Hawks opta por la comedia y aventura. El tema del terrateniente vs granjeros y el viaje de Cole Thornton donde se le une un divertido personaje interpretado por James Caan (para recordar los momentos en que se hace pasar por chino y cuando recita el poema "El dorado" de Allan Poe) más la presencia de Robert Mitchum son valores relamente apreciables para diferenciarla de la otra.

Amplio dibujo del Oeste el trazado por Hawks. Me quedo con la escena en que está el chico esperando a Wayne. Que buen ritmo tiene y dura poco más de dos horas que se pasan en un pis pás. En el final es donde se parece más a la anterior, con el acorralamiento por parte del maleante al Sheriff y sus amigos.

Ante todo, agradable película. En fin, cuando la base es igual de buena que la anterior, la formas no son sólo para empalmados sino para cualquier paladar. Entre ellos el mío.

'El Dorado' presenta un problema fundamental. Es un calco, una copia tardía, de un original bastante superior realizado por el propio Hawks unos años antes. No le encuentro sentido al remake, amén de las cuestiones pecuniarias. En nada mejora al primero y Wayne vuelve a hacer lo mismo.

Hecha esta salvedad, ‘El Dorado’ es un western típico y tópico, bien construido y francamente entretenido. Gran director, gran reparto. Con semejantes mimbres es difícil hacer un mal cesto, pero ya teníamos uno en perfecto uso. Por eso es difícil hacerse una verdadera opinión de él si antes no se ha visto ‘Río Bravo’. Un día de éstos vuelvo a echarle otro vistazo. En general, los westerns de Hawks presentan la virtud, frente a los de Ford, de una mayor agilidad narrativa, siendo también el del parche un gran narrador.

El western es la épica cultural de los estadounidenses, a falta de mitos fundacionales literarios. Con sus virtudes y sus defectos, con su iconografía idealizada y sus falsificaciones históricas, con sus arquetipos, como tantos otros relatos epopéyicos. Uno de los iconos por excelencia es el propio Wayne, un actor encasillado, pero que daba el tipo como ningún otro. Al menos él siempre tuvo claro para lo que valía y no se dedicó a hacer el ridículo pinchando de todos los palos.

Volviendo a la película, si el western es una forma de epopeya, éste episodio no me parece que vaya más allá de un capítulo estandarizado. No es una obra menor, pero tampoco una página de oro, como podría sugerir el título. No le veo demasiada profundidad, tal vez porque el propio Hawks sólo buscó una correctísima colección de lugares comunes con presentación impoluta. Muy disfrutable, pero no uno de los grandes westerns de la historia. Ni por el forro.

Nueva obra maestra de Howard Hawks.
En este caso con una pareja de actores realmente arrolladores (nada más y nada menos que John Wayne y Robert Mitchum) que dan toda una lección de interpretación y que nos muestran una versión desmitificadora de los clásicos personajes del oeste.

Aquí los protagonistas son antihéroes, alcohólicos, perdedores abatidos por sus propias circunstancias personales, pero que no reniegan de la justicia y la amistad, capaces de levantarse y luchar por dichas causas si es necesario.

Hawks retoma el argumento de 'Rio Bravo' y mejora el resultado, con unos diálogos chispeantes, llenos de sarcasmo y un cóctel maravilloso de acción, drama, amor y comedia. La película se enmarca dentro del western crepuscular que empezaba a despuntar en aquellos años y alcanzaría su mejor versión en las películas de Peckinpah.

James Caan cumple con creces como el aprendiz de Wayne, Mitchum demuestra que está a la altura de los más grandes y Arthur Hunnicutt nos hace esbozar una sonrisa cada vez que aparece.

El ritmo narrativo es esplendoroso, y los encuadres fotográficos tanto en interiores como en exteriores son para enmarcar.

En definitiva, una de las mejores películas del género y toda una muestra de la capacidad cinematográfica de Hawks.