Yo, él y Raquel

Ciertamente no sube el azúcar en sangre, y a la vez no se muestra como la mayoría de esas películas sobre enfermos terminales, que acabas llorando, o defecando en el baño de tanta compasión de plástico fino.

Algunos diálogos potentes, escenas que se disfrutan, por el tratamiento que se le da, tanto a la enfermedad, como a las habilidades de su protagonista. Un entretenimiento, tan agradable como olvidable.

Me topé con “Yo, él y Raquel” de forma casual. El calamitoso título en español no auguraba nada bueno, pero el hecho de que hubiese ganado en Sundance hizo que le diese una oportunidad. Y la verdad es que la película me ha parecido una pequeña joya. Formalmente, el film sigue los códigos del cine indie americano, sin aportar nada realmente nuevo (movimientos rápidos de cámara, colorido, voz en off, etc.), pero integrando perfectamente ese estilo desenfadado en una trama descarnada y de alto voltaje.

El mérito de “Me and Earl and the dying girl” (este título sí me parece más apropiado) es para mí doble: por un lado, la visión amable y ligera de un tema durísimo, con una combinación perfecta de comedia y drama, sin chirriar ni caer en la sensiblería; por otro, el manejo del punto de vista narrativo. El foco de la película no recae en la chica enferma, sino en su apocado vecino, que es el verdadero protagonista. La historia se plantea así como un viaje iniciático en el que la cruda historia de Rachel es un elemento más que se combina con las subtramas derivadas de otros personajes secundarios (Earl, el padre, la compañera guapa, el profesor…). Esta idea es para mí esencial. Al poner el centro de atención en el chico, y no en la chica, el director puede cargar las tintas de la emotividad sin resultar nunca cargante.

Hay otros muchos elementos de interés. Las referencias cinéfilas, como complemento en el proceso de aprendizaje del protagonista, son un atractivo indudable para el público. Incluso algunas trampas de guión que Gómez-Rejón tiende al espectador se perciben como ingeniosos recursos en el juego que la película propone, y no como las tomaduras de pelo que nos habrían parecido en otros casos. El tratamiento cómico y un poco absurdo de un tema tan trascendente está muy logrado, hasta el punto de contribuir a crear un tono melancólico y emotivo. Los brillantes diálogos y el trabajo de los actores principales son otros factores clave para que el evidente edulcoramiento de esta película nunca llegue a empalagar.

En mi opinión, Góméz-Rejón sale indemne y con nota muy alta de este proyecto, a pesar de estar en el filo de la navaja desde el primer minuto. Y si a eso se le añaden unas escenas finales portentosas, la conclusión sólo puede ser que “Me and Earl and the dying girl” es una de esas sorpresas con las que gusta encontrarse de vez en cuando.

Raquel se está muriendo y John y Peter son escolares inadaptados en ese peculiar sentido que tienen los escolares norteamericanos de ser inadaptados: en lugar del irse al polígono a perrear reggeton, ronear a las nenas o hacer tiktoks como los inadaptados de toda la vida, desarrollan proyectos artísticos o de ciencias (en este caso películas de cine caseras) animados por profesores que ha visto demasiadas veces “El club de los poetas muertos”. El destino hace que sus vidas se crucen y, apoyándose los uno en los otros, llevarán mejor sus correspondientes cargas.

Así las cosas, “Yo , él y Raquel” tenía todas las papeletas para terminar siendo una de esas repelentes películas de nenes forzadamente maduros (viejóvenes) que encuentran a los quince años el sentido de la vida, afrontan con determinación complicados desafíos vitales y se plantean reflexiones filosóficas que cualquier adulto normal trata evitar por miedo a la respuesta. Y, en cierto modo, lo es. Pero de alguna manera, con una inspirada mezcla de diálogos simpáticos, escenas divertidas y momentos dramáticos que conmueven sin caer en el morbo, la película hace uso de la magia del cine para hacernos sentir jóvenes e idealistas por un rato.

A pesar de que es complicado encontrar paralelismos entre las vidas escolares de los chavales americanos con lo que es la educación en España, “Yo, él y Raquel” genera empatía y ganas de que a los protagonistas les vaya bien. Y, una vez que los protagonistas caen bien, la película fluye a buen ritmo con encanto y buenas vibraciones… al menos mientras el espectador se limite a disfrutar de sus aventuras y no se analicen todos sus mensajes al pie de la letra. Curiosa y entretenida.

El anhelo de hacer algo diferente es el objetivo de las historias románticas del cine indie. Una meta que se convierte en su particular búsqueda de El Dorado, al no estar dispuesto a renunciar a las comodidades de los esquemas que funcionan. "Las ventajas de ser un marginado" (2012) o "Ciudades de papel" (2015) son precedentes calcados del mismo objetivo de "Yo, él y Raquel" (2015): empalagar con sutileza desde la indiferencia cómica. El juego de apariencias es efectivo, pero esconde una rotunda falta de honestidad en estas propuestas, que, como las bases del género/moda al que pertenecen, establecen la apariencia como constante en su conducta. Una lástima que el desbordante humor de esta película quede a la sombra de un planteamiento tramposo que manipula y llega a mentir al público sin el menor de los tapujos.

Esta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/

¿Qué película sale si mezclas "The Perks of Being a Wallflower" con "The Fault in our Stars"?, efectivamente: Me and Earl and the Dying girl. A los amantes del género dramático-adolescente les gustará. Al resto de los mortales nos aburrirá someramente durante buena parte de la película (especialmente porque es predecible desde el minuto 15, más o menos); y nos divertirá en momentos puntuales.
¿Lo mejor? La actuación de Earl, el amigo de "background" desfavorecido.
¿Lo peor? Los personajes-cliché (el profe molón, la tía guapa, el protagonista raruno...) y la sensación de estar viendo un refrito de otras películas que, además, no salieron hace tanto tiempo como para haberlas olvidado.