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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2,086
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
7 de mayo de 2024
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Frenética película coreana de zombis que combina con equilibrio el respeto a las premisas del género, partiendo de los lugarese comunes esperados, pero sabe buscar y encontrar un camino propio como para verla con interés y curiosidad por saber qué pasará a continuación. Aquí ayuda que el cine coreano maneje sus propios estándares en cuanto a qué personajes son prescindibles y cuáles causarían demasiada conmoción entre el público si les pasara algo, por lo que carece de esa previsibilidad que se achaca en muchas ocasiones a un cine occidental.

“Tres a Busan” está bien hecha, bien resuelta técnicamente y, sobre todo, sabe ser violentamente aceptable para un amplio espectro de espectadores: hay sangre y muerte, pero no vísceras y morbo. Hay tragedia y sacrificio, pero también esperanza. Todo con un enfoque y bajo unos valores muy coreanos que pueden parecer peculiares, pero que no se hacen hostiles. Si te gustan las películas de zombies no te defraudará y si tienes que verla de noche porque en tu casa está vetado este género, vale la pena. No creo que llegue a película de culto en los tiempos que corren, pero es diferente y con notas originales.
OsitoF
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3
6 de mayo de 2024
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Pocas veces he visto a la crítica profesional presentar un frente tan unido en defensa de esta “Wonka” sobre la que se deshacen unánimemente en loas y alabanzas. Si bien no tengo en gran consideración a esa casta, hay críticos puntuales que han demostrado criterio propio y libertad de pensamiento a los que tengo respeto y, si incluso ellos ven toda clase de virtudes en la secuela de “Charlie y la fábrica de chocolate”, debe de ser que no he mirado la película de la manera debida o bajo la luz apropiada. Con todo, no me voy a bajar del burro y dejar de considerar que “Wonka” es un peñazo notablemente inferior a la entrega de Tim Burton, pero sí que trataré de mostrar algo de prudencia a la hora de buscar las palabras.

Aunque muchos críticos opinan literalmente lo contrario, el peor enemigo de “Wonka”, para mí, son las comparaciones con la entrega original. Yo las vi el mismo día, por aquello de hacer doblete, y, aunque se pueden decir muchas cosas del desempeño de Depp y Burton, ofrecen una película solvente, muy artística, de mucha personalidad, conmovedora cuando tiene que serlo, traviesa cuando le interesa y que saber integrar el tenebrismo en el que Burton con la colorista vistosidad que demanda un producto de fantasía. En “Wonka” la mayor parte de las expectativas se vienen abajo antes de diez minutos. La primera decisión, la más importante, la de elaborar la película en formato musical es un incomprensible tiro en el pie que, además de lastrar el ritmo y la disfrutabilidad de la película, resulta incomprensible por carecer de números musicales o canciones dignas de mención. Cuando Disney o Pixar paran todo para que la protagonista se cante algo o se marque un baile, suele ser un temazo que luego amortizan en la BSO o unas acrobacias dignas del Circo del Sol. En “Wonka” recitan diálogos cantando con melodías poco pegadizas y casi se pueden sentir los martillazos con los que han hecho encajar por la fuerza las líneas de diálogo en las tonadillas. Cuesta no ver las interacciones entre personajes como gente hablando raro y estirando el final de las frases con soniquete na-na-naaaá. ¿Por qué? Ni idea, pero tampoco es que las frases tengan un empaque como para recordarlas por su fuerza o su sonoridad.

Otra rueda de molino con la que nos quieren hacer comulgar es Timothée Chalamet. Te gustará mucho o te gustará poco (a mí, poco) y hay que reconocer que es guapete y tiene esa intensidad en la mirada propia de la juventud actual que sabe que tiene derecho a todo y que tuiteará muy fuerte para lograrlo. Pero yo no veo otra cosa que Chalamet todo el rato. No se mete en los personajes sino que los chalametiza y trae el personaje a su persona. Cuando la película es genérica, la cosa le funciona, pero cuando el personaje está predefinido, desaparece cualquier rastro de su definición original y aparece en su lugar un Chalamet disfrazado.

Pero lo más desconcertante de todo es la trama. Cabría esperar una precuela que explique el origen de Willy Wonka y enlace con “Charlie y la fábrica de chocolate” contando cómo perdió la esperanza y decidió su cierre y el famoso sorteo de entradas. Tampoco pasaba nada por ir directos hacia la parte optimista y limitarse al auge de Wonka como rey del chocolate y cómo se estableció su relación con los oompa-loompa. No sé, había cientos de opciones perfectamente válidas, pero del mismo modo que se eligió el camino bizarro del musical, el guion se centra en una historia tan sórdida como difusa sobre gente esclavizada por cláusulas abusivas. Si querían hacer una película denuncia acerca de los riesgos de las tarjetas revolving (de las que tienen intereses sobre los intereses y terminas entrampado), las hipotecas en yenes o de los préstamos sobre préstamos pues muy bien… pero ¿realmente no había una película mejor para eso?

Alrededor de ese extraño eje central, la película busca conectar con la franquicia mediante pinceladas tan vacías como desesperadas. Aparece un oompa-loompa desaprovechadísimo interpretado por un Hugh Grant, que es de lo poco que se salva, y ocasionales escenas en las que el chocolate mágico sale con cuentagotas. Más personajes rocambolescos y prescindibles aparecen, dicen alguna frase y se van. La gente baila y canturrea en pantalla sin venir a cuento antes volver a reflexivos anticlímax. Sinceramente, no entendí el planteamiento, el enfoque ni el desarrollo. No voy a ir ahora de enterado y decir que la cinta de Tim Burton era perfecta porque, la verdad, no terminé de cogerle el punto ni al cuento ni a Johnny Depp, pero se veía un equilibrio y un propósito en todo. Era una película para adultos y para niños y, en caso de duda, para adultos confiando en que los niños lo entenderían ahora o más tarde. “Wonka”, en caso de duda, es para niños que se traguen cualquier cosa que tenga luces y bailes y no hagan preguntas.

En fin. No me gustó y punto. Tampoco me entusiasmó “Paddington”, la otra gran obra conocida del director Paul King, pero me pareció una película entretenida que daba demasiado por supuesto que todos conocíamos al simpático osito. Con “Wonka” directamente es que no entiendo quién puede reconocer ahí la esencia del libro infantil y por qué las cosas se cuentan sin ritmo ni gracia. El único atisbo de criterio fue estrenarla en Navidades (la pela es la pela). Pero lo que de verdad no alcanzo a ver son todas las virtudes que leo en las críticas profesionales. ¿Divertida? ¿Bailonga? ¿Canciones brillantes? ¿En serio? Debo de ser yo, está claro.
OsitoF
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8
6 de mayo de 2024
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Cuando se dijo que Tarantino había comentado que sólo iba a rodar nueve películas, lo tomé como la típica baladronada de tío endiosado que sólo busca llamar la atención y, quién sabe, subir su cotización a base de controlar y generar expectación sobre la oferta. A medida que va tomando forma la posibilidad de vaya en serio y que cada película nos acerca a su final como director hay veces que creo que acierta evitando ensuciar su trayectoria con títulos sin la calidad suficiente (inevitable, si consideramos que, incluso en una carrera tan limitada, ya ha metido la pata alguna vez) y veces que creo que debería arriesgarse porque una genialidad o una muy buena película (que están perfectamente a su alcance) limpian cualquier truño (o truños).

Si “Pulp fiction” es su opera magna y una obra maestra indiscutible, yo creo que es “Reservoir dogs” la película revolucionaria por la que debería pasar a la historia, la película que más me fascina y la que siempre me quedo a ver por cómo construye los personajes y cómo vivimos la historia a través de sus diálogos, testimonios y recuerdos. Una película discursiva que sabe reservar la acción como tal para momentos de violencia icónica con una estructura que nunca se había visto porque nadie se había atrevido. El único reproche que le hago es que por su culpa las carteleras y los catálgoos se han llenado de inútiles que tratan de hacer cosas en la línea de “Reservoir dogs” pensando que basta con poner una cámara a rodar a peña dando la chapa en charlas inacabables. No he llegado a ver “Jackie Brown” y me gustaron las “Kill Bill”, cada una en su estilo. Asumiendo como realidad objetiva que “Death Proof” es un pufo sin más, no he terminado de simpatizar con el resto de su filmografía: si bien impecable en su escritura y ejecución técnica, esa visión de que el cine está para llevarnos a realidades alternativas en las que el héroe cambia la historia me parece, a día de hoy, fuera de lugar y excesivamente disruptiva para mi gusto. T

“Los odiosos ocho” va en la línea de sus primeras películas, un western serio con planteamiento clásico (buenos, malos y revólveres) y conceptos técnicos modernos (pueblos cochambrosos, ropa mugrosa, gente miserable ganándose la vida como puede y peleas a muerte desprovistas de caballerosidad alguna). Parte de la película discurre de manera cronológicamente desordenada, como en “Pulp fiction”, aunque sin ser ese armonioso caos y mucho contexto en forma de largos diálogos, como en “Reservoir dogs” pero sin ser tan extremadamente discursiva. El conjunto es una película que se podría calificar como ‘normal’ pero con todo el sabor y la personalidad de su creador que crea una atmósfera cargadísima en el reducido espacio de una posada dejada de la mano de Dios en el salvaje oeste, con casi una decena de misteriosos personajes a punto de matarse entre sí cuyas motivaciones y vínculos se van desenmarañando con maestría línea de guion a línea de guion. Cada palabra, cada gesto, cada revelación son un paso dentro de un campo de minas con los que el espectador respira aliviado o pega respingos según se le antoje al bueno de Quentin.

Siempre es buena señal que una peli de dos horas y media se pase rápido y “Los odiosos ocho” no dan la sensación de durar más que un episodio medio de cualquier serie de Netflix, porque por densos que sean los diálogos, no son espesos y tienen algo que aportar al argumento. Y porque, entre diálogo y diálogo, pasan cosas en forma de tiroteos, violencia o avances en la historia. Además, la peli empieza como un western y termina como un western sin cosas raras ni sin homenajes a nada ni a nadie más que al espectador y al cine. Según mis cuentas, a Tarantino le queda una película antes de caducar como realizador (¿un guiño a “La fuga de Logan, quizás?). Con que esté a la altura de esta “Los odiosos ocho”, será una despedida por todo lo alto.
OsitoF
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6
5 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Alerta roja” pertenece a esa nueva tipología (a falta de una calificación mejor o de considerarla un género en sí misma) de películas de relleno en las plataformas de streaming con una calidad técnica y ambición argumental muy superiores a la de sus equivalentes de hace veinte años, los telefilmes, a los que los más nostálgicos pueden todavía echar mano en las sobremesas de Antena Tres los fines de semana. Aunque el nuevo modelo de entretenimiento audiovisual que representan estas plataformas tiene riesgos y efectos negativos, al menos en esto hemos salido ganando. De películas que giraban casi exclusivamente en torno a los cuernos (unas acabando bien y casi todas acabando mal), ahora Netflix y compañía nos sugieren cientos de películas de aventuras con grandes dosis de acción, mucho humor, abundancia de efectos especiales y muchas caras conocidas.

El reparto de “Alerta roja” es de los que llaman la atención (para bien) y, en el caso de Dwayne Johnson y Gal Gadot, el formato es perfecto para ellos: ni grandes expectativas, ni desafíos interpretativos y con el caché suficiente para no representar un paso atrás en sus carreras. La película les permite lucirse y ellos dan lustre a la cinta: win-win total, especialmente en el caso de Gadot, muy cómoda y suelta. En el caso de Ryan Reynolds, no estaría tan seguro. Si bien en principio podría dar la sensación de que el chaval está un par de escalones por encima de este género o que lo estaba no hace mucho, te paras a pensar en sus últimos papeles y son de un parecido alarmante: héroe de acción amañada que no es capaz de estar un segundo callado y ametralla la película con continuos chistes y gracietas de nivel bajo-muy bajo. Mientras que casi todos en el mundillo tratan de reinventarse y evitan repetirse si pueden, el suyo parece un extraño caso de autoencasillamiento buscado, inducido y deseado. En “Alerta roja” no está del todo mal, resulta un poco cargante, pero sin llegar a la cansinez de otras producciones y le han limado (muy acertadamente) muchas groserías.

En líneas generales “Alerta roja” hace pasar un buen rato. Es una película amable e interesante dirigida a un público familiar que busque escenas de acción en localizaciones imponentes, pero evitando masacres y sangre innecesarias. Va más en la línea de las pelis de la saga Ocean’s, de atracos imposibles y traiciones entre ladrones, que de la saga de el guardaespaldas. El humor, los enredos y la aventura prevalecen sobre la intriga y los tiroteos, así que se puede ver por la mañana, por la tarde o por la noche, con toda clase de compañía. Bien facturada y con buenas vibraciones, lo que se le pide a estas producciones, los nuevos caballos de batalla de Netflix, los nuevos telefilmes.
OsitoF
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6
4 de mayo de 2024
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No soy fan de la saga Equalizer. Aceptando que son todas películas de una factura sobria y correcta, en la línea de su realizador Antoine Fuqua, en la primera entrega no me terminé de creer al personaje (un ex-asesino del Gobierno USA entrado en años y reconvertido a justiciero de barrio) y en la segunda no me terminó de convencer una historia interesante pero desangelada (más convincente, más sólida, pero empeñada en no destacar en nada). Si una tercera entrega me dejaba muchísimas dudas sobre su necesidad, que se deslocalizar el rodaje y se trajese a Europa me pareció la típica maniobra de contar lo mismo con otros aires para buscar en la forma no lo que no puedes aportar como fondo.

Pero oye, no. Fuqua y su equipo técnico, desde luego, no desaprovechan la ocasión para rellenar metraje con planos y recontraplanos de la paradisíaca Altomonte y hacerle un merecido publirreportaje, ni evitan caer la tentación de ubicar escenas de dudosa aportación argumental en los lugares más turísticos de una villa que dan ganas de visitar. Pero tampoco es cosa de denunciarles por hacer una película bonita y, aparte de como adorno, el viaje a Italia permite traer a escena a un enemigo a la altura de Denzel Washington: la mafia.

Si bien el punto más débil de esta tercera entrega (y de toda la saga) es creerse a un sesentón fuera de forma como asesino implacable que mata manadas de sicarios armados hasta los dientes con un palillo de dientes y un kiwi sin pelar, Fuqua demuestra mucha astucia a la hora de resolverlo o, cuando menos, mitigarlo: ni lo intenta. Las coreografías no son para nada elaboradas y las peleas se basan casi siempre en la nocturnidad y el ataque sorpresa, degollando, acuchillando o pegando tiros por la espalda a sicarios ‘indefensos’ y raras veces, Denzel encaja un puñetazo o va de frente. Aunque cabría preguntarse de qué están hechos los zapatos de Washington para no hacer el más mínimo ruido en habitaciones vacías de noche o qué técnica marcial utiliza para detener y desviar golpes de tiarrones de dos metros y ciento cincuenta niños, lo que hace creíble todas esas masacres es que Fuqua se toma su tiempo mostrando las palizas, vejaciones y asesinatos de esos criminales y deseando que les llegue su hora. Cuando aparece Denzel el exterminador, sólo queremos que sufran mucho, sin pensar si no es muy raro que el hombre se pasee por las mansiones de los villanos como yo por el Palacio de Cristal de El Retiro.

“Equalizer 3” está exactamente igual de bien (o de mal) que sus predecesoras. Habrá más, sin duda, y me sorprendería tanto que bajasen del seis como que llegaran al siete. Quizá un poco más vistosa y un poco menos fresca, pero tiene sus mismas debilidades y fortalezas. Personalmente, sigo echando de menos algo de punch final, el pertinente clímax. En toda la saga me gusta la introducción, me cae bien el personaje, me gusta cómo se integra en su barrio o su pueblo o su ciudad, me gustan las peleas, me gustan sus charlas con NPCs, me suelen gustar los villanos (particularmente este es un poco artificioso y sobreactuado, pero sin mayores problemas) pero llega el final de la cinta, salen los créditos finales y tengo las mismas pulsaciones que he venido teniendo durante toda la película. No hay nada en el desenlace que lo diferencie de situaciones previas. Si esa falta de clímax es alguna clase de firma del autor o alguna forma de decir que está harto de las películas de acción con traca final, pues diría que, efectivamente, consigue una seña de identidad… pero con un resultado cuestionable.
OsitoF
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