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Yo, Daniel Blake

Drama Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a la asistencia social. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños. Prisioneros de la maraña administrativa actual de Gran ... [+]
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Críticas 97
Críticas ordenadas por utilidad
3 de noviembre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Ken Loach nos tenía acostumbrados a desarrollar, a partir de personajes históricos del socialismo, bien una construcción épica comunitaria (Tierra y libertad, El viento que agita la cebada), bien un relato cuasi hagiográfico de un sujeto concreto (Jimmy’s Hall). Con esto nos adentrábamos en la mitología dejando de tocar tierra social firme. Con Daniel Blake es distinto. Un personaje de ficción nos adentra en la necesidad del socialismo real. Ni siquiera el tono melodramático que va tomando la película nos aparta de este convencimiento, ya que esta necesidad es profundamente emocional. La presentación emocional del socialismo nos aparta de su pedante aspiración científica y nos coloca ante una sólida fundamentación moral. Cuando, por causa del envejecimiento o de la enfermedad, el ser humano experimenta su fragilidad, la necesidad de una comunidad solidaria y receptiva que siga viendo en él una persona completa en toda su dignidad se hace imperiosa. Axel Honneth sostiene que la comunidad es el lugar y resultado de la lucha por el reconocimiento: toda lucha por el reconocimiento de sí es una lucha por la comunidad. La adquisición del reconocimiento social se convierte en la condición normativa de toda acción comunicativa. Los derechos solamente los hace reales una comunidad a través de los miembros de sus instituciones. Si los miembros en lugar de realizadores de derechos se convierten en jueces fundamentalistas de los méritos del ciudadano, los derechos se esfuman y las personas quedan abandonadas a una suerte sombría. Una estructura socialista se hace conservadora cuando carga al mérito del individuo alcanzar un derecho: te opero si adelgazas, te trato si dejas de fumar, te doy el subsidio si buscas empleo, te sanciono si no aceptas cualquier oferta laboral. Expresiones como estas confirma la amenaza conservadora: que el derecho no se tiene sino que se gana.
JRBoxó
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18 de marzo de 2017
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre es más de lo mismo, no nos engaña, eso es cierto; pero su cine te lo sabes de memoria. Eso es lo bueno y lo malo de uno de los realizadores europeos que más grita por el pueblo, que retrata como nadie a la clase obrera en una lacerante sociedad inglesa, que puede ser la de todos. Y sus actores, profesionales o no, parecen sacados de cualquier calle de Londres o de una ciudad europea, sucia, abandonada y devastada por la burocrática política de los gobiernos.
Le falla su final, tan predecible. El resto es, como cabía esperar, un cine peleón y necesario; un documento actual de una sociedad en guerra contínua.
enyel
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3 de agosto de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espero que Ken Loach siga activo muchos años y nos deje joyas como ésta y todas las demás de su filmografía, porque últimamente resulta difícil poder ver en las salas un cine social, comprometido, crítico, como éste.
La fórmula es sencilla: mostrar situaciones límite de la clase obrera británica y enfocarlas desde distintos prismas. A eso le añades actuaciones verosímiles, guiones creíbles (muy documentados en las vivencias de esa gentes), localizaciones de suburbios y de los bajos fondos de las principales ciudades inglesas y te sale "Yo, Daniel Blake" y sus predecesoras.
Los dos actores principales están soberbios (auguro un futuro prometedor a Hayley Squires) uniendo la risa y el llanto, la comedia y el drama comedido. La historia es dura pero veraz y eso se respira en cada minuto, y más si eres alguien que te sientes identificado con ellos por haber pasado por circunstancias similares.
El contenido, el mensaje, es lo más importante. La denuncia social. Cómo cada vez hay menos humanidad. Cómo cada vez hay menos amparo y más despreocupación por los asuntos sociales desde distintos estratos de la misma sociedad, sobre todo por parte del Gobierno y de los funcionarios que no hacen nada y miran para otro lado. Afortunadamente se sacan conclusiones positivas que te hacen guardar un halo de esperanza en que todavía sigue existiendo gente "humana".
La dicotomía de "Yo, Daniel Blake" está en que si es buena película por lo que cuenta o lo es por que es una buena película en conjunto (dirección,guión,intepretaciones,ambientación,fotografía,iluminación,banda sonora...)
Creo que hubo mucha polémica por este aspecto cuando ganó la Palma de Oro en Cannes. Es perfectamente entendible que la gente piense lo primero, pero también lo es si piensa lo segundo.
A mí me resultó muy buena en los dos aspectos, no muy buena, redonda, por eso la doy un 10 y hacía mucho tiempo que no se lo daba a ninguna otra película. Pero es que es brillante. Y la volvería a ver más veces. Y me emocionaría igual que la primera vez. Y seguiría sintiendo que a veces el cine es algo más que un espectáculo audiovisual de 90 o 120 minutos. Esta película te llega tanto, que te deja tocado para el resto del día o de los sucesivos días.
Nuriette
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28 de enero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vayan a las víctimas, a esas que presta su voz y su cámara Ken Loach; a las mismas que si supieran escribirían historias aún más conmovedoras; vayan con términos como: grosor y tremendismo dramático, fervor panfletario, proyecto repetido y previsible, didactismo bienintencionado y, ¡como no!, relato afectado por el maniqueísmo... Denles palabras y adjetivos hueros, llenen sus orejas de floridos y barrocos discursos sobre el oportunismo de los creadores del cine social. No les lleven pan ni esperanza, ¡que sepan que están solos!, no insinúen solución alguna; díganles que no exageren, que se resignen, que en el más allá les darán ciento por uno.

Claro que "YO, DANIEL BLAKE" es una patada brutal y efectiva en la boca del estómago; y ¿sabéis porqué?: ¡por que es verdad!. En la ficción, solo quedas herido o destrozado si no tienes escapatoria, si los argumentos narrados te invaden las entrañas, si ves a quien está a punto de ahogarse y no puedes ayudarle, si además empatizas tanto que te ves a ti mismo chapoteando en su misma ciénaga... Sí, amigos, esas cosas pasan: la gente enferma, se queda sin trabajo, incluso en la puta calle, sin comer para que coman sus hijos, indefensa entre ventanillas y páginas web; obligada a hacer cosas que ni sabe ni quieren, manoteando entre el desconocimiento; guillotinados por los bancos, el abandono de las instituciones y la burda burocracia que siempre tendrá un artículo, o una fecha, o un "defecto de forma" que arrojarte a la cabeza.

Que alguien, con 83 años, siga empeñado en pregonarlo, denunciarlo e incluso exigir justicia y cumplimiento de los derechos fundamentales, no debiera ser razón para que algunos se lo tomen como una cuestión personal. Es encomiable el celo con el que algunos voceros pretenden defendernos de estos peligrosos elementos perturbadores, que inventan historias a las que los ciudadanos de a pie no debiéramos dar crédito; es encomiable y ridículo ese afán por que aquí, en la calle, se huelen el miedo y la desconfianza; y a estas alturas ya vamos aprendiendo de quién hemos de andar temerosos, y Ken Loach no es uno de ellos, porque es uno de los nuestros.
Sinhué
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26 de abril de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno solo no puede luchar contra el sistema, para armar una revolución se necesita una buena mayoría o en su defecto una minoría muy ruidosa. Para que nada cambie, aunque el sistema sea una mierda, hace falta aborregar a la masa y que nadie piense como grupo, porque si uno cree que individualmente no merece la pena el esfuerzo que supone luchar por cambiar las cosas la derrota está asegurada y quienes ostentan el poder permanecerán en lo más alto para siempre.

El manual del revolucionario habla bien de personas como Daniel Blake. Su historia puede ser la nuestra en un momento dado, a todos nos ha sucedido toparnos con la deshumanizada burocracia. Hay islotes, hay salvavidas circunstanciales como esa funcionaria que intenta ayudar a Blake y que es amonestada por su superior de forma inmediata. El sistema se protege y cualquier ataque a sus normas se castiga con sanciones. Nos hundirán si nos enfrentamos a ellos, querer cambiar las cosas es delito.

Si el cine de Loach es siempre el mismo, afortunados somos que haya alguien como él que con el tiempo no se aburguesa, que no cede, que siempre está en primera línea denunciando injusticias y peleando.

Todos podríamos ser Blake: en Cuba, en España, en Burriatia... En cualquier momento de la historia de la humanidad puede haber casos como los de él. Habrá quien diga que el sistema no es perfecto pero funciona y hay que joderse para seguir adelante (masa aborregada); la mayoría miramos para otro lado y como mucho volvemos a casa tristes porque no se puede hacer nada... el sistema nos tiene condenados. Loach lo sabe, propone una película que nos humilla y no fastidia, con unos personajes que superan ese límite y caen más y más.

Y nos grita a la cara que no se puede hacer nada ya, que hemos creado un monstruo. Describe una derrota, la del ser humano.

Es una locura si tomas conciencia y te das cuenta.
Luisito
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