Sólo un sueño

Sería injusto descalificar y tachar de decepcionante a Revolutionary Road si damos como pretexto y argumentamos la filmografía de Sam Mendes, omitiendo que, mientras “American Beauty” el cineasta tenía un libre albedrío con la historia, y, por ende con los personajes, esta en Revolutionary Road se restringe más. Y un motivo es el que impera. Que se trata de una adaptación de la novela de Richard Yates, y esto señores, ya es bastante, puesto que adaptar es muy diferente a reinventar.

Dicho lo anterior, Revolutionary Road es un logro magistral. Un pequeño ascenso en la ya, deslumbrante filmografía de Mendes. Con esta película no solo se reivindica como uno de los mejores portavoces del cine en la actualidad, sino que da pie a una de las mejores películas del 2008. Porque lo tiene todo, dentro de sus límites claro esta, no hay un momento en el filme que se sienta falso, o que peque de excesivo. Todo esta contenido y fastuosamente calculado.

Veamos. El director se merece todos mis respetos, por el tono con el que va adecuando como mejor le convenga la novela. Y es que no podemos más que ceder a la puesta en escena que nos trae. Una tras otra nos vamos convirtiendo en testigos (incluso se podría decir que en carne viva) de aquella historia de sueños y frustraciones. Lo es a tal paso que, incluso, a muchos de nosotros nos delata y no nos sentimos ajenos a la historia. Al contrario…

¿Cuántas de nosotros somos tan solo aparentemente felices en la vida que vivimos, con el único fin de brindarla a nuestros seres más queridos, mientras cada instante que sucede te golpea el interior… y tu, bajo esa mascara de eterna hipocresía se autojustifica con el argumento (humano sí y por ello con defectos) de brindar esa alegría a los tuyos, a procurarles que esa vida les sea plena y consigan sus sueños?

La triste realidad es que uno se da cuenta de 2 cosas.

• Que somos egoístas por naturaleza.
• Que vivimos bajo un círculo, el cual es subjetivo, dependiendo de las acciones de cada uno, pero este repite los mismos errores que tus antecesores, con ligeros cambios si, pero la batalla solo cambia de escenario. El tiempo y el espacio solo es relativo.

No queda más que aplaudir la asombrosa capacidad de Sam de transmitir. Pocos directores hoy por hoy (Eastwood, Lynch…) lo logran. Esta claro que el trabajo debe ser colectivo, así que hay que darle bastante mérito a DiCaprio en lo que a mi parecer es su mejor actuación hasta el momento. Y Kate, quien sorprende. Ambos lo hacen de una manera inigualable, única. Su compromiso esta hecho.

Señor Mendes, le prendo un cirio en un altar. Porque una vez más lo ha hecho. Y porque de paso, ha logrado todo un ensayo sobre el egoísmo que reside en cada uno de nosotros. Exacto, en cada uno. Toda una hazaña.

Un logro magistral.

“Revolutionary Road” es una película para los que no se conforman con tener una vida cotidiana, para los que se sienten de algún modo especiales, para los que ven una realidad paralela entorno a la sociedad que nos consume. Tras “American Beauty” y “Camino a la perdición” Sam Mendes dejó el listón bastante alto. La correcta “Jarhead” fue un paso atrás en su carrera, pero quién iba a decir que nos deleitaría con una obra de semejantes proporciones.

El tempo pausado de sus imágenes, gestos que hablan por si solos… Al igual que ocurre con “La gata sobre el tejado de zinc” o con “Gente corriente”, en cuanto empieza la proyección nos sumergimos en el mundo de los sentimientos, de la comunicación, de la hipocresía. A veces lo más fácil es cerrar los ojos y dejar que nuestra vida siga su curso, inalterable. Querer escapar de la sociedad, no ser un títere más, liberar nuestra mente (como decía Morfeo) es lo que intentan los protagonistas de las películas que venimos comentando. Son historias atemporales, cada una ambientada en una década distinta y todas útiles hoy en día: Ya sea en los 50 o en los 80, la obstinación del hombre en alcanzar la felicidad y huir del cinismo es más que comprensible.

Da gusto ver cine que de para pensar y vaya más allá de las pretensiones económicas. Es bastante difícil expresar con palabras lo que transmite esta película, cada fotograma es una lección cinematográfica y en cada visionado podrías sacar distintas conclusiones. Vedla, no os dejará indiferentes.

Cosas que tenía Revolutionary Road para ser una película excelente:

-Una historia interesante, sincera, creíble.
-A KATE WINSLET (GUAU)
-A LEONARDO DICAPRIO (Ahora que ya no es la niña aquella tan mona que salía en Titanic)
-A KATHY BATES (Kathy, soy tu fan número uno... muajajaja)
-A SAM MENDES (¡Ponme una de American Beauty! Agitada, no removida...)
-Un final tremendísimo a la vez que genial.
-PRESUPUESTO (así que no valen excusas del tipo "verás, es que... el rodaje bien, pero en la postproducción ya no teníamos pasta y tuvimos que montar la película con pegamento de barra")
-A KATE WINSLET (MIAU)

Cosas que hacen que Revolutionary Road no sea una película excelente:

-Diálogos poco creíbles a la vez que pedantes: ¡Revolutionary Road está llena de (intentos de) frases célebres! Casi cada conversación es una excusa para soltar ahí con saña miles de reflexiones filósoficas sobre el vacío existencial y los sueños que quedan en la cuneta...
-Personajes construidos cutremente.
-Sale Tarta de Fresa (No me digáis que la compañera de Leo en la oficina no es clavadita...) JE

CONCLUSIÓN: Sam, Sam, Sam, Sam... Vale que te bases en un libro, hasta ahí estamos de acuerdo; pero, macho, tenías que rodar una película, no volver a reescribir la novela... Por si no lo tienes claro, te lo repito: NO ESCRIBIMOS IGUAL QUE HABLAMOS (a menos que seas Pérez Reverte, que entonces sí...JE). En fin, te he puesto un siete, porque, bueno, dentro de lo que cabe, la historia sigue siendo interesante y el final no deja de ser guay (Y por Kate, pio pio), sin embargo, tengo que decírtelo: NO PIENSO VOLVER A VER ESTA PELÍCULA TUYA porque, chaval, NO HAS CONSEGUIDO EMOCIONARME. ¿Que tus personajes se caen de un puente y los atropella un camión cargadito de cerdos? Pues muy bien, Y LA ABUELA FUMA PUROS.

Dura y sincera película de la mano de American "Mendes" Beauty.
Revolutionary Road se adentra en cada una de nuestras casas y destapa la porquería que esconde el ama de casa debajo de la alfombra, la chapuza que hace el marido arreglando el grifo del baño con cinta aislante y superglue y el copy paste que hace el pequeño con el trabajo de historia que tiene del colegio.
Aquí no hay buenos ni malos, todos cometemos errores y quedan reflejados en nuestras vidas. Por mucho que los cubramos con un idílico mantel de flores y un peinado con mucha laca.
Mendes parece odiar esa vida falsa que la mayoría llevamos tras los hombros, ocultándonos a nosotros mismos que no somos lo que queremos ser, que hace tiempo te conformaste con la mediocridad que llegas a ver.
Así lo demostró en su ópera prima y vuelve una vez más a darnos donde más nos duele, en la moral.
Y que mejor pareja para demostrarlo que aquellos tortolitos que una vez nos encandilaron subidos a bordo del Titanic.
Han madurado ambos desde aquel encuentro en 1997, y si en aquel entonces causaron sensación por adornas nuestras vidas con corazoncitos y azúcar a borbotones, hoy siguen causando sensación, pero ésta vez por todo lo contrario, por quitarnos ese azúcar y devolvernos a la rutinaria realidad: vivimos sin ilusiones ni esperanzas.
Magníficos protagonistas que solamente en un par de ocasiones se ven eclipsados por la figura de Michael Shannon, no se si loco o cuerdo, pero si el único que verdaderamente sabe lo que quiere y entiende a la pareja Wheeler. Curioso que se tache de loco en la película al único que reconoce que la sociedad vive una fingida felicidad.
Una película que debería hacernos replantear que han sido de nuestras metas y propósitos en nuestra vida, de los sueños e ilusiones que aún tenemos que luchar por verse cumplir.
Pero algo me dice que el público verá un correcto film, hablará de él cinco minutos y volverá como si nada a su irremediablemente vacía vida, pues por algo tiene ese adjetivo, irremediable.

He visto muchos dramas en mi vida, amigos, pero cuando uno cree que ya está curado de espantos y que muy difícilmente va a toparse con alguno que le encoja el estómago y le rompa el corazón en mil pedazos es cuando, de repente, sobreviene el milagro. Así, sin más. Como quién no quiere la cosa. Porque sí, “Revolutionary Road” me sonaba, claro. Pero jamás hubiera imaginado, ni por lo más remoto, que tras esa aparente y trillada revisitación del sueño americano se ocultaba, en realidad, un melodramón descomunal. De los que a mi me molan, vaya. A la antigua usanza. Bien narrado, bien rodado y, sobre todo, bien interpretado. Con un DiCaprio y una Winslett en estado de gracia cuyo intenso y monumental duelo matrimonial me recordó extraordinariamente esas virulentas y encarnizadas escaramuzas que -en sus buenos tiempos- solían protagonizar Richard Burton y Elizabeth Taylor.

Así pues, más allá de la habitual crítica a la “american way of life” que ya Mendes nos ofreció con “American Beauty”, lo que más me ha sorprendido de “Revolutionary Road” es la credibilidad y la crudeza con la que este cineasta nos describe el amargo y desolador proceso degenerativo de un matrimonio aparentemente modélico. Un proceso degenerativo que no atiende a sutilezas y que Mendes no duda en reforzar, por si fuera poco, a través de las incomodísimas intervenciones de un personaje, Michael Shannon, que -más que redundar en lo que ya nos muestran las propias imágenes- actúa, a mi juicio, como un implacable martillo pilón destinado a golpear sistemáticamente nuestros tiernos corazoncitos con el propósito de que ningún espectador, por cafre que sea, salga indemne del que es -a todas luces- uno de los mejores melodramas que he podido ver en lo que llevamos de siglo.

Nueve merecidísimas estrellitas, pues, para un intensísimo drama matrimonial que -desmarcándose voluntariamente de la vía intelectual de Bergman (“Secretos de un matrimonio”) o de la vía satírica de Allen (“Annie Hall”)- reactiva y revitaliza, sin lugar a dudas, la más aflictiva y trágica de todas las vías: la dolorosa.