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Sombras del mal

Cine negro. Intriga Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 164
Críticas ordenadas por utilidad
30 de septiembre de 2009
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine suele ser agua, aire y algunas veces también es tierra, pero rara vez es fuego y cuando lo es, viene de la mano de unos pocos grandes. Que Welles tiene algo especial que le diferencia de todos los otros, un sello inconfundible, no puede negarse gusten más o menos sus películas. Con ésta en concreto, nos podemos poner en plan frío y sacarle mil defectos en la parte narrativa, pero quien afirme que se trata de un cine vulgar, cine sin alma, está mintiendo.

Oscuridad y grandeza, esos son los rasgos que definen a "Sed de mal" y la grandeza no está en sus personajes o en su fresco de novela pulp a lo James Elroy, sino en la ambientación, el empleo del sonido y la música y la manera en que se está manejando la cámara, la pasión y la concentración monstruosa que destila. La maniobra de Orson Welles es envolvente, no ataca en directo sino que se va acercando por los flancos hasta atrapar en una perfecta concatenación final y aun cuando te chirrían cosas -una cadavérica y horriblemente pintarrajeada Dietrich, con su perfecto acento alemán, encarnando a una adivina ¡mexicana!- escena por escena dinamita cánones, inventa planos, se convierte en cine del futuro pasado. No me encanta, la veo sumamente imperfecta, pero no hay ni un solo segundo en esta película que no esté cargado de una fuerza, de una intensidad acojonantes.

Latigazo negro, thriller cínico, teatral espejismo o las tres cosas más el genio de Welles y el resplandor que aún arrojan los rostros de las estrellas que intuimos largamente muertas: ah, y pasados por fuego, claro, por el fuego. Mucho menos precisa que "Ciudadano Kane" y por eso, será preferida por muchos (pero yo me quedo con ese Kane agonizante en la torre de la madrastra de Blancanieves).

Si es verdad que el cine ha muerto, "Sed de mal" bien podría haber sido un R.I.P. estentóreo, grabado en piedra, frontera y celuloide.
Neathara
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16 de mayo de 2010
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La entrada de la película es brutal.

El efecto de cámara alejándose de algo raro y el mambo que revitaliza la calle por la que se pasea la pareja protagonista es! es! … Inenarrable. Vedlo.
No se puede empezar con más fuerza.

- En seguida hace acto de presencia un Orson zampabollos, apestoso y xenófobo, con pinta de crápula.

- Luego un Heston disfrazado de mexicano porque le pegan un bigote que le hace todavía pronunciar peor el español con el que se prodiga en cortas frases. Pero lo habla.

- Janet Leigh: asombrosa su manía con entrar en moteles de carretera…

- Entretanto Welles se ceba como un puerco para el San Martín, a Marlene Dietrich (grande) se la resbala y casi mastica un cigarro de su boca despectiva mirándolo con infinito hastío, como a lo que es, un cerdo apestoso.

Todos están en su papel.

Historia policíaca en la que el propio Welles reconoce que se ha hecho viejo de una forma patéticamente prematura.

Con este hombre, cañí donde los haya, tenemos servida otra adoración del cine americano a la flaqueza del hombre ante la botella. Y la historia se sucede mientras el malnacido capitán, en otros tiempos, el magnate Kane, se ahoga en brandy. Amén de la demostración fehaciente de lo que él mismo comenta sobre las fronteras: "las peores historias ocurren al borde de la frontera"... Wellcome a todos to Tijuana.

Insólito el planteamiento por denunciar la corrupción inherente a las fronteras echándose una historia de ida y vuelta y no siempre en única dirección hacia el patio trasero, como ocurre a día de hoy, 50 años después del rodaje de esta cinta, en “Traffic” o en “Babel” (donde los malotes son eternamente los mexicanos y además se colorean en tonos sepia las imágenes… ¿en México? ¡Já!). No. Aquí no. Aquí dan todos asco.

Previsible guión final en algunos momentos, pero tan retorcido que es imposible no caer en la duda sembrada por un cártel de corruptos y un plantel de planos imposibles, profundamente estéticos y tan arriesgados que hasta marean en las escenas de mayor acción e intensidad (Vargas caneando a los mexicanos en el tugurio, tela…). Y al final... el eco... (no siempre la ibas a colar viejo crápula)*.

Massiv attack orgiástico incluido que, vaya,… para el año 58, resulta todo un acontecimiento. Lástima que el imbécil del bigote, Heston, permita que se perpetre la infamia sobre la única víctima inocente de esta historia de ambición y cine tan negro como redondo está Welles.

Absolutamente imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Valkiria
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16 de febrero de 2014
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tijeretazos, re-edición, montaje final a espaldas del director... 'Sed de mal' parece una película manoseada, moldeada por rencillas externas. Mutilada o imperfecta, subyugada a la fama de inestable y rebelde de Welles. La historia en sí es extraña, deslavazada, surrealista, trufada de ciertos momentos cómicos que no aclara uno si son deliberados o involuntarios.

Pero sobrevive, de ese caos, la esencia. Del cuerpo, informe, asoma el alma.

Queda la sensación de haber estado en un páramo fronterizo. En tierra del expresionismo, de la sombra que fagocita otras sombras. En una brecha en lugar de nadie. En un exoesqueleto del mundo.

Queda el traveling inicial. La cámara que revolotea por el aire.

Queda la ambigüedad del gigante Quinlan. Fue un buen hombre, o no lo fue, ya sólo queda un fardo en el agua, y ya la bondad o la maldad desaparecieron para siempre. Queda la amargura de ver a Tanya decirle, y decirnos, 'adiós', mientras se integra en unas inciertas sombras.

A veces, la obra dista de ser perfecta, pero 'queda', y no se puede alegar mucho más.

A veces, es más saludable para la imaginación no buscar un guión de pulcra lógica e insulso y literal realismo, cuando tienes ante ti la esencia perdurable; la magia que emana de la Ilusión.

Gracias.
Nuño
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17 de noviembre de 2008
36 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirán lo que quieran, pero Orson Welles no me convence ni como director ni actor. Gustará a los estudiantes de cine y similares por manejar bien la cámara y su manera de contar historias. Pero, tras ver antes "La dama de Shanghai", "El tercer hombre" y "El extraño", prometo que "Sed de mal" será la última de él que visione. No comprendo su manera de hacer cine. Igual soy yo, pero en mi casa todos coincidimos a la media hora en que esta película está sobrevaloradísima.
No niego que la escena inicial sea magnífica. De hecho, creo que intenté darle una oportunidad precisamente porque me encantó cómo está rodada. También por la banda sonora de Mancini y porque aparece Charlton Heston, junto a un reparto que parecía bueno (Orson Welles está orondo, pero orondo, orondo, a diferencia de su juventud).
El problema de "Sed de mal" es que enmaraña demasiado el guión, con una escena tan forzada como la de los Grandy acechando a Janet Leigh (vamos, que la han seguido porque sabían cuándo iba a cruzar la frontera) y aburre soberanamente. Ni siquiera lo de la bomba ameniza con intriga la cosa. Además, ver a Marlene Dietrich de mexicana es ya directamente risible.
¡Y pensar que este hombre fascinaba a Rita Hayworth! ¡Pues "Ciudadano Kane", que espere!
Luis Miguel
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30 de junio de 2008
27 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles es aquí un policía corrupto y casi irreconocible, en blanco y negro. Para empezar hay que decir que era imposible que Charlton Heston representara al mejicano Vargas, o Marlene Dietrich, por más pintarrajeada que estuviera, a una mejicana del bajo fondo. Luego podemos agregar que el guión es un caos intrincado que el espectador se tiene que inventar para dar sentido a la historia. Una cierta dosis de infantilismo es necesaria, por otra parte, para aceptar que la flamante esposa americana de Vargas (Janet Leigh) sea dejada por él sola en el medio de la nada en un motel deshabitado y a merced de la mafia de la cual se la quiere preservar y ante la cual, por supuesto, de este modo se la expone. Y no es la primera ni la única vez que se la abandona sola en una ciudad fronteriza entre México y EE.UU. y en un policial negro que aprovecha esta circunstancia (de noche y con luces y sombras horizontales, por supuesto).
No es extraño que la producción le quitara a Orson Welles la película de sus manos.
Leonel
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