Tiempos modernos

Si hay algo que define a los grandes clásicos de la historia del cine es su capacidad para perdurar en el tiempo y no envejecer. Aunque sea una película -casi- previa al sonido en el cine, al color, a los guiones, a los métodos de actuación, los planos modernos, los giros argumentales y arcos de personajes y en definitiva a prácticamente todos los avances de la historia de éste arte, uno se sienta en el sofá a ver esta película y disfruta. Se ríe, se emociona y se siente identificado con Charlot, una oveja negra que trata de sobrevivir en un mundo loco del que apenas entiende nada.

Hace casi 100 años que Chaplin nos lanzaba éste mensaje sobre la importancia de mantener el Yo, la inocencia y la ternura en un mundo que amenaza con volvernos locos. Y la esencia de ésta película sigue gozando de plena actualidad.

Una obra maestra que sigue entreteniéndonos y haciéndonos reflexionar y que sin duda seguirá haciéndolo por muchos años.

Simplemente sublime. Charles Chaplin asombró al mundo del séptimo arte rodando un film que ataca directamente el estilo de vida establecido por las revoluciones industriales.

Tal vez después de los primeros momentos tan brillantes, la tensión dramática se enlentece y se come la vivacidad de la comedia. Casi perfecta.

Tiempos modernos, es una película que alerta sobre la industrialización, en la época de la Gran Depresión, las condiciones laborales de los obreros, la productividad, en contraposición al stress y a la deshumanización del trabajo, es digno de analisis y reflexión. Excelente, bravo por Chaplin, y gracias por sus grandes obras del séptimo arte.

Es una película cómica, relajante y apta para todo público. La falta de trabajo, la delincuencia, la violencia, la intolerancia política son situaciones que se presentan constantemente. Sin embargo, también se resalta la esperanza por mejorar la situación y poder obtener un mejor futuro, así como también las ganas de salir adelante a pesar de los inconvenientes que se presenta ha lo largo de nuestras vidas.