El último Elvis

Ópera prima de Armando Bo (proyectada en la apertura del último BAFICI) que tiene como uno de sus productores a Alejandro González Iñárritu, el director de “Biutiful”, film que, a su vez, tuvo como guionista al director argentino. Con un aire a “Biutiful” por su tristeza y patetismo, “El último Elvis” cuenta con el protagónico de John McInerny, imitador de Presley y de una voz fenomenal, pero que no era actor profesional en cine hasta esta película.
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Carlos Gutiérrez (o Elvis, como él mismo se hace llamar aún fuera de su disfraz) se muestra como un hombre de unos cuarenta y tantos, algo avejentado y dejado físicamente, solitario y obsesionado con el rey del Rock&Roll. Carlos se dedica a brindar shows como imitador de Elvis por las noches y, durante el día, debe trabajar en una fábrica para poder sobrevivir. Abandonado por su mujer y con una hija que no lo acepta como padre, un accidente cambiará las cosas y pondrá en juego un relato que combina un drama de insatisfacción personal con otro de índole familiar.
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Varias cuestiones muy interesantes. La cuestión del original y la copia en el mundo de los imitadores y la mirada social de éstos, a veces como artistas, a veces como freaks. El desarrollo de un lazo padre-hija desde algo inexistente hacia algo concreto, articulándose con tips como la madurez, responsabilidad, presencia/ausencia y la generación de un vínculo sentimental. Muerte, enfermedad, miedo, sueños y felicidad son algunos de los otros temas que se tratan a lo largo de “El último Elvis”.
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Estéticamente, Armando Bo evita la densidad de diálogos mientras prefiere apostar a la voz de su protagonista y musicaliza muchísimas secuencias. Abusa de travellings “circulares” que tienen como centro a Elvis en sus shows y propone encuadres “de autor”, planos cerrados y un lente de distancia focal corta que desenfoca el fondo inmediato permanentemente.
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“El último Elvis” es complejo y depresivo pero también es original. Es sofisticado y a la vez tiene ese simbolismo en clave autoral, egoísta y confuso. Su patetismo a veces es agotador, pero uno se termina “enganchando” para conocer el desenlace de esta historia.

El comienzo de la película es muy prometedor, es un travelling que va recorriendo unas escaleras hasta llegar a una sala de baile. Allí dentro está Carlos cantando las canciones de su ídolo Elvis Presley.
Todas las veces que oímos cantar al protagonista, realmente es él, lo hace muy bien, imitando a Elvis con una gran capacidad bocal. Gran debut de John McIlnerny y por supuesto para Armando Bo II en su ópera prima.
El protagonista tiene un trabajo por el día y por la noche canta en un club de baile, donde no le pagan a tiempo. Todo esto hace que casi no vea a su familia y cuando lo hace su vida está tan mimetizada por el personaje " Elvis ", que es imposible poder continuar viviendo así.
Tanto el protagonista como Griselda Siciliani hacen una gran actuación. La película es sencilla, pero le falta contarnos algo más que la vida rutinaria del protagonista. Aunque en la segunda mitad de la película nos introduce unas situaciones adicionales, incluso hay un cambio de actitud de los personajes, que desemboca en ese gran final. Solo hay una situación de guión mejorable, el resto es bastante aceptable, en una película donde destaca la banda sonora, la fotografía y las interpretaciones.
La última escena también es un travelling, que nos traslada hasta el lugar en donde está el protagonista.

Armando Bo, debuta en la dirección, y John McInerny consiguen encandilar desde el primer momento.

Está a la altura de las grandes producciones cinematográficas argentinas. Es una película que se mantiene regular de principio a fin, en un nivel de notable. Hay pocas pegas que encontrar, toda ella está realizada y trabajada a fondo. Aporta momentos, tomas y escenas realmente brillantes.

El personaje protagonista es realmente asombroso. Como ocurre en "Birdman", donde Armando Bo también puso parte del guión, tenemos un personaje narcicista y con un ego gigante. Vemos como su obsesión por Elvis llega a límites insospechados y pierde totalmente el sentido de la realidad. Un personaje que encandila, pese a su tristeza, te sientes identificado con él y con su sueño.

Como ya he dicho anteriormente, si ves "Birdman" te darás cuenta que Armando Bo ya hizo algo similar en Argentina en 2012 con la película "El Último Elvis".

Película totalmente recomendable. Dosis de belleza audiovisual y realidad a raudales.

Escribo esta crítica solo para contradecir al “perejil”, que escribió en el título de otra crítica, "Final Patético". No era mi intención contarlo, pero es que la película no es muy divertida y si uno la apaga antes del final,se pierde lo mejor de este original film de Armando Bo (nieto). Recomendada para "cinéfilos" y "open minds" , "pochocleros" abstenerse.
A nivel actuación, John McInerney, un arquitecto que es imitador de Elvis en la vida real, cumple con una actuación decente. Gricelda Siciliani, sale de sus papeles de Telenovela, para interpretar una depresiva "antiheroe".
Además por dos semanas vas a cantar los pegadizos "hits" de Elvis.

Buena película. Un gran protagonista muy bien acompañado, cuadros, escenas cuidadas. Ambiente digno y fluído, creíble. El sonido es bueno aunque hay ciertos momentos de pérdida o audio confuso, inaudible, pero que no resta calidad al film. Una historia sencilla y precisa. Profunda y psico, siempre llevada de la mano por la gran sombra, la gran presencia de Elvis, el de todos, el que amamos. Elvis es un lugar y este film nos llevó hacia él.
Hay pequeños detalles que te sorprenderán horas después de salir de la sala, breves gestos, decisiones que toma el actor contra toda la feria de marketing que rodeó siempre a Elvis. Lo puso a sueño vivo. Nos llevamos lo mejor de él, de ambos, de nuestros recuerdos y de una muy bien elaborada obra de arte con bajo presupuesto e inabarcable alma. Besos. Vayan a verla.