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Aquiles y la tortuga

Drama. Comedia Kitano interpreta a un artista de escaso talento pero motivado y apasionado que cuenta con el apoyo de su sufrida esposa, a la que da vida Kanako Higuchi. Según Kitano: "Éste es un film sobre la complejidad del mundo del arte (...) Incluso las personas sin talento deberían vivir para todo aquello para lo que creen valer, afrontando la realidad". (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
16 de abril de 2020
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Takeshi Kitano esta vez nos sorprende con una de sus películas más calmadas y emotivas, aparentemente sencilla en su concepto y relización, sigue la vida de un aspirante a pintor llamado Machisu, desde sus inicios siendo un crio en el seno de una familia bien posicionada hasta sus días de madurez.
En su vida se cruzaran toda clase de amistades artísticas, musas, falsos profetas, mecenas y vendedores de arte, todos ellos cortados por el patrón más hierático y caricaturesco propio del director japonés. Comprobaremos todos sus esfuerzos y baches que tendra que afrontar para poder alcanzar su objetivo en la vida, una vida sacrificada al arte.

Aquiles y la Tortuga, recoge en mi opinión un compendio de las señas de identidad del genuino artista, salvo en esta ocasión, su faceta violenta o criminal, mostrándonos un Kitano más pausado y reflexivo.
Cuenta con un diseño de producción muy cuidado, que aporta elegancia y detalle a la ambientación, Kitano opta por una fotografía limpia, en tonos frios y que contrasta con las llamativas y locas pinturas repletas de color que pueblan el relato de Machisu.
En su estilo intimista y contenido, "Aquiles y La Tortuga" me remite al cine de otro alienigena y genial director, Aki Kaurismaki, padre de la más reciente y mejor filmografía finesa.

Una película muy interesante, de fuerte calado emocional, ya sea en su vis más cómica y ligera como en su emotivo desenlace cargado de emotividad. Las fallidas representaciones artísticas de Machisu se muestran reveladoras declaraciones del propio Kitano en sus procesos de creación en el medio audiovisual, donde siempre se las ingenia para resultar fresco e innovador.

Finalmente como todo en la vida Aquiles y todos conseguimos alcanzar esa tortuga.
ASIER
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1 de enero de 2021
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El artista inicia una carrera, y la fama lleva una parte del camino hecho, por ello obtiene más ventaja que el artista, quien jamás podrá alcanzarla en ese intenso y eterno recorrido.
El arte de este modo siempre se le acaba escapando, y la carrera es tremendamente agotadora y extensa, como para perder la vida en ella...

Paradojas como las que Zenón de Elea planteó hace ya siglos y que el sr. Takeshi Kitano aplica en este, su 14.º largometraje. El aclamado director nipón inició, con "Kids' Return", una etapa de introspección y profundidad a partir de sufrir un revés en su vida en forma de accidente de moto, quedando medio cojo y con parte del rostro paralizado; su cine nunca volvió a ser igual, aunque el mayor cambio lo daría tras su exitosa revisión de "Zatoichi", realizando una serie de obras de cariz semiautobiográfico y metalingüístico: una auténtica Trilogía de la Autorreflexión que no muchos fans han sabido encajar.
Surrealista, socarrona, expiatoria, "Takeshis'" no dejó a nadie indiferente, a la que siguió "Kantoku Banzai!", irregular y delirante monumento al egocentrismo, igual de divertida pero sin el encanto de la anterior; después de su colaboración en el proyecto "Chacun son Cinéma", Kitano decide cerrar este tríptico cinematográfico sirviéndose de la gran paradoja griega de "aquiles y la tortuga", expuesta literalmente al principio del film en dibujos animados. Si algo diferencia esta película de las anteriores es que decide colocar en el epicentro de la reflexión el arte de la pintura, al cual se aficionó (más aún) durante la recuperación de su accidente.

La historia de "Aquiles y la Tortuga" se dividide en tres actos sobre las distintas edades de Machisu, comenzando en su plena niñez, cuando disfruta de una existencia acomodada junto a su padre, dueño de una fábrica de seda e interesado en el arte, y su joven madrastra; en esta primera etapa del viaje Kitano nos impregna con un halo tierno de obra clásica que en la distancia puede recordarnos a Hiroshi Shimizu o Mikio Naruse, aunque con el toque siempre distintivo de su director. Machisu niño está lleno de pasión, pasión por pintar el mundo que le rodea, y esa pasión es tal que Kitano llena de colores vivos los cuadros, creando un curioso contraste con los colores mates de la realidad.
No tarda en aparecer la cara más amarga cuando la existencia del niño se tuerce con la quiebra de la compañía del padre; desde ahora estará marcada por la insatisfacción y la negación, negación de un mundo que impide aflorar al exterior su verdadero talento (su cruel tío es la perfecta encarnación). Además el sufrimiento, el egoísmo y la muerte siempre rondarán a aquellos cercanos a Machisu (comenzando con sus padres y Matazo, el pobre discapacitado también amante de la pintura). Esta primera parte que guarda no pocas semejanzas con "El Verano de Kikujiro" (aunque con la diferencia de que Masao, pese a todo, sí lograba alcanzar la felicidad) se disuelve en una elipsis hacia otra etapa vital.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Kitano apuesta por un humor negro y corrosivo, pero a su modo de entender, pues su exposición es violenta, amarga y alcanza cotas de desasosiego poco antes vistas en su cine (más aún cuando hemos de acompañar a su álter-ego descendiendo a sus infiernos y dispuesto a perder la propia vida por crear algo que merezca la pena llamarse "arte"). El buen hombre, que se mete a conciencia en su personaje, resulta tan triste y patético de ver como pintoresco, al igual que esa pobre Kanako Higuchi; les acompañan la guapa Mariko Tsutsui y otros habituales del nipón como Akira Nakao, Masato Ibu, Ren Osugi y Susumu Terajima en una corta aparición.
Reiko Yoshioka y Yurei Yanagi (siempre un gran trasunto de Kitano) encarnan al Machisu niño y adolescente. A efectos técnicos el film es excelente, un deleite para los sentidos (aunque se echa en falta la tremenda música de Joe Hisaishi); en la parte personal puede arañar el corazón y quebrar los huesos de aquellos que se vean reflejados en el protagonista (como le ocurrió a un servidor). Y el efecto último es lírico, chocante y demoledor.

Kitano vuelve a traspasar los límites de su cine íntimo y metalingüístico, y con más acierto que en sus obras previas.
Nunca más volvería a hacerlo; es el final de otra etapa...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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