La leyenda de las ballenas

Con el siempre sorprendente trasfondo cultural que despiden las llamadas razas minoritarias, encontramos una interesante historia con el pueblo mahorí de protagonista y un legendario linaje como espina dorsal del argumento. Quizá la conclusión sea demasiado forzada para un filme con trama argumental realista en sus inicios, pero quien sepa asimilar este brusco giro fantasioso podrá encontrar un largometraje que sabe resulta atractivo gracias al documental intrínseco sobre la cultura mahorí y buenas dosis de emotividad (la gran actuación de la niña protagonista no ha pasado desapercibida en Hollywood) que completan un título suficientemente competitivo y agradable a la vista.

De gran profundidad. A lo largo de toda la película sientes un dolor muy grande al ver la lucha titánica de un pueblo aborigen, por mantener su identidad y forma de vida, contra lo que parece una inevitable desintegración hacia lo que llamamos ¨modernización¨. Esta llena de valores y sentimiento. La interpretación de la protagonista es deliciosa.

Sin tiros, sin escenas de sexo, sin violencia, sin frenéticas persecuciones… Parece mentira que alguien pueda pensar que se puede hacer cine sin estos ingredientes, pues sí, sí se puede. Simplemente es arte en estado puro, es como una obra literaria o una ópera en la que se cuenta una historia, una preciosa historia.
Desborda significado, reivindicación y crítica por los cuatro costados. El significado antropológico es innegable, el respeto a las culturas ancestrales sin contaminación del “mundo civilizado” marca pinceladas de rica sensibilidad. La reivindicación de la figura femenina al mismo nivel que la masculina, ni un ápice más ni menos, muestra rasgos de justicia social de la que nosotros, los occidentales, andamos muy escasos. Y por último subyace la idea de liderazgo, que por condición humana existe en todas las sociedades, donde nuestra protagonista de once años bajo viento y marea es capaz de obtenerlo con total merecimiento y reconocimiento y no como ocurre aquí en nuestro primer mundo, donde se eleva a categoría de líder a cualquier pintamonas.
Ayer, cuando terminé de ver la película, sentí sensación de bienestar, de alegría (contenida) me acosté, dormí y soñé que vivía en una isla desierta y paradisíaca, donde era el hombre más feliz del mundo y todo gracias a esta película.
Son de esas historias tan bien contadas que te tocan la fibra.

Vaya por delante que a los maorís los veo con una mezcla de admiracíón y desprecio.
Los desprecio por lo que hicieron con la fauna autóctona de Nueva Zelanda, el Moa, el Águila de hast...tantas y tantas especies únicas arrasadas sin remedio poco despues de su llegada en el siglo 13.
Ahora bien este sentimiento que tengo me produce cierta vergüenza. Lo hicimos mejor lo europeos???...Rotundamente no, incluso peor. Además hay que ponerse en su piel. En una tierra desconocida, con una naturaleza hostil, veo normal muchas de las cosas que hicieron.
Y los admiro por que supieron ver su error, experimentaron en sus propias carnes de lo que es capaz el ser humano y desde el siglo 15 hasta la llegada de los europeos no se extinguió ninguna otra especie autóctona en Nueva Zelanda.
Esto provocó la aparición de una cultura única, que adoraba el valor y respetaba su entorno; pero tambien anclada en la tradición cuando ese mundo se evaporó para siempre desde la década de 1830. Y la película trata sobre eso, sobre como esa cultura fruto de la experiencia ancestral debe adaptarse a los nuevos tiempos, dónde los europeos le hemos puesto puertas al campo de su libertad (literalmente).

"Whale Rider" es una película neozelandesa que narra la historia de una joven llamada Pai, interpretada por Keisha Castle-Hughes, quien lucha contra las expectativas culturales y de género para convertirse en líder de su comunidad maorí.

La actuación de Keisha Castle-Hughes como Pai es notable, ya que entrega una interpretación convincente y emotiva de una joven valiente que desafía las tradiciones. Su actuación mereció una nominación al Oscar en aquel 2003, donde Nueva Zelanda arrasó en los premios de la Academia (fue el año de "El retorno del rey" de Peter Jackson).

Sin embargo, a pesar de las actuaciones sólidas, en mi opinión la película sufre de un argumento predecible y carece de la evolución narrativa necesaria para mantener el interés del espectador. La historia se vuelve evidente desde el principio, y la falta de giros sorprendentes hace que la segunda mitad de la película se vuelva aburrida.