El síndrome de Berlín: Nunca te vayas

Interesante thriller psicológico australiano que oscila entre la atracción y la languidez. Arranca muy potente y aunque se torna un poco previsible consigue ser efectivo, pero una vez que revela el eje argumental transita por tramos poco ingeniosos y muy densos que le quitan mucha fuerza. La dupla de protagonistas se muestra bastante sólida.
La directora Cate Shortland (Lore, 2012) logra crear ambientes acertados pasando del romanticismo al suspenso dominado por lo psicológico pero desaprovecha lo mas jugoso de su segunda mitad y se estanca por algunas debilidades narrativas que surgen del guión escrito por Shaun Grant sobre el libro de Melanie Joosten. La dominación y la claustrofobia resultan efectivas, aunque se desvanecen por falta de tensión que aumente en su densidad.
La director Cate Shortland, que mucho se lució con su anterior Lore, ahora avanza con paso firme y parece que desplegará una novedad para el género, trasladando a los suburbios de Berlín el drama con un suspenso psicológico atrapante, pero cuando tiene dar los mejores golpes de efecto y profundizar en el desquicio de sus personajes se empantana y opta por no forzar lo que parecía necesario para contar una gran historia.
No ir hasta el fondo y aprovechar las casi dos horas de duración le terminan sacando brillo, no resuelve el síndrome de Estocolmo y desbarranca con un final resulto de manera insostenible. Podría haber sido pero no lo es, una pena porque el tema daba para mucho mas y la mesa estaba servida.

Calificación Fanaseriecine: 5 ½ sobre 10

Ver esta película fue un agotamiento innecesario. Todo muy predecible, desde que empezó ya sabía cómo iba a terminar. Dos horas tiradas al tacho.

Probablemente no se pueda encontrar película reciente más aparejada a la experiencia de verla que esta.
¿La cosa va de un secuestro, no?
Pues bien, si te decides a verla pasas casi dos horas totalmente secuestrado, apenas estimulado por las cuatro pinceladas a contracorriente que deja caer una directora capaz de cosas mejores, y rogando porque haya algún avance en una historia morosa como pocas.

'Berlin Syndrome', a decir verdad, no se apoya en malos mimbres a la hora de establecer su atmósfera.
Con detallados vistazos a la capital alemana, con lejanas imágenes de la gente que la habita, busca transmitir un sentimiento poético de abandono, casi de indiferencia.
Una pesadilla sutil de la globalización, vista a través de su protagonista Clare, donde viajamos para sentirnos completos y ocupados, pero donde en el fondo siempre nos topamos con una barrera invisible que es el desamparo en tierra extraña.

Incluso, siguiendo con la tónica de sutileza, Cate Shortland esboza una especie de perverso cuento de Caperucita Roja con ella y Andi, el encantador estudiante alemán con el que entabla relación: ella se prueba una máscara de lobo en su presencia, subrayando su naturaleza predadora y solitaria, quizá queriendo creérsela, pero a la hora de la verdad va a ser él quien acabe atrapando a una chiquilla como ella, que ni siquiera se dirigía a casa de su abuelita.
El secuestro, por su parte, está lejos de todo aspecto de crueldad, pues Andi no encadena a Clare a las primeras de cambio ni nada de eso, simplemente empieza a dejar pasar los días, y ella empieza a aceptar con horror fraguado a fuego lento que las excusas y las disculpas tenían un cariz malévolo que hasta ahora se le escapaba, probablemente por esa idea de globalización que ella tenía, donde todo el mundo te ayuda en país ajeno.
Estamos muy lejos del telefilme en que esto podría haberse convertido, y sí cerca de algún extraño pero sugestivo juego psicológico que hace reflexionar sobre la extranjería, las apariencias, y las mentiras que nos decimos cuando creemos que nadie va a poder comprobarlas (porque ya estaremos lejos cuando se descubran).

Entonces, ¿por qué Cate Shortland elige estancar la película a partir de ahí y convertirla en una serie de intercambios cada vez más estúpidos entre secuestrada y secuestrador?
Las sutilezas van escapando en el transcurrir de los minutos, robando la fuerza de la primera impresión, y convirtiendo esto en un dramilla que se resuelve de la manera más facilona posible.
Toda una pena cuando Teresa Palmer no se cansa de aportar con gestos y miradas, dejando entrever que, si bien Clare no disfruta con la privación de libertad, si la explora con la curiosidad de un animalillo que hasta ahora no contemplaba la dependencia de nadie ni la idea de un hogar, por muy perturbadora que sea.

El secuestro al que me ha sometido la película ha acabado de la peor manera: dándome un telefilme donde podría haber habido algo más.
Sería quedarme en la superficialidad de la peli, pero la moraleja que me queda es que mucho ojo con los europeos del este, que te provocan y luego te la meten doblada a poco que te dejes querer.